Una historia (incompleta) de los cómics gastronómicos y de vino.
«No hay un gran suelo vitícola que no sea también un lugar bonito. Lo digo muy en serio.» Regis, medico sin fronteras y elaborador de vino en Pécharmant. Aparece en dos cómics. En El Fotógrafo y en Los ignorantes.
Intento escribir la historia del cómic sobre vino. La tarea es francamente difícil, puesto que no he encontrado a nadie que lo haya intentado anteriormente y que me sirva de base para seguir investigando. Por lo cual esto es solo una primera aproximación, que sin duda iré corrigiendo según vaya encontrando nuevas aportaciones.
Siendo sincero, la idea de elaborar la historia del cómic gastronómico no es mía. En el pasado Salón de Vinos del Loira una de los conferencias estaba dedicada a los cómics de vino y comida. Me gustó el título y acudí. El tema principal era, como no, el vino. Pero parece que no tenía suficiente material para una conferencia con invitados y, el presentador, había añadido los cómics sobre comida. La conferencia resulto francamente entretenida y me sugirió la idea de intentar hacer lo mismo. A partir de este momento, cuando hable de cómic gastronómico dentro va incluido el cómic sobre vinos.
El primer paso es decidir que es un cómic sobre gastronomía. A mi, la verdad, el cuerpo me pide incluir todas las aventuras de zombis, y no solo porque están muy de moda. En realidad ¿estás historias no tratan de gente hambrienta buscando comida? Y no cualquier cosa, solo comen alimentos frescos, no cocinados y sin vegetales (seguro que dentro de las dietas modernas encontramos alguno con gusto parecido). Mas difícil de excluir son las historias de vampiros; sofisticados sujetos que solo salen de noche en busca de compañía, preferiblemente joven, bien vestidos, educados y con gustos selectos. Característica común (al menos conmigo), siempre están sedientos. También da pena dejar fuera todas las novelas gráficas en las cuales la comida es el motor de la acción. Narraciones en primera persona donde el/la protagonista no pueden dejar de comer o, todo lo contrario, no comen nada. O versiones apocalípticas de un mundo atroz, donde buscar comida ocupa la parte principal de la acción.
Existen también aquellos cómics que parecen de gastronomía pero que quizá no lo son, o lo son menos que los anteriores. Una serie como la de Burdeos, donde la acción se desarrolla prácticamente en su totalidad en la propiedad de una familia bordelesa, es en realidad un culebrón familiar, y la bodega y el viñedo son solo el escenario donde ocurre la acción.
Por último, tenemos las historias que nadie duda que son sobre gastronomía o sobre vino, porque cuentan la vida o detallan el trabajo de un profesional relacionado directamente con la producción o elaboración de alimentos.
Por lo tanto he llegado a una conclusión; voy a escribir sobre cómics relacionados con comida incluyéndolos en alguno de estos tres apartados.
- Cómics que no parecen de gastronomía (y que igual lo son).
- Cómics que parecen de gastronomía (y que igual no lo son)
- Cómics sobre gastronomía (y que nadie duda).
Una (incompleta) historia de las historietas.
Si me preguntan a mí, respondería que la primera historia representada sobre un soporte fue dibujada, miles de años antes de la invención de la escritura. Los dibujos en las cavernas, de decenas de miles de años de antigüedad, representan la primera forma de arte humano. Los dibujos, en muchos casos muy sofisticados, podían servir para enseñar a los miembros más jóvenes de la tribu, tener un sentido religioso o simplemente ser un objeto de diversión, pero de lo que no hay ninguna duda es que contaban, o servían para ilustrar, una historia. La primera forma de representar una historia, después del cuenta cuentos, fue el dibujo. ¿Y que pintaban nuestros ancestros en las paredes? Principalmente comida y personas buscando comida. El primer relato del que tenemos conocimiento, es una historia dibujada sobre gastronomía.
Podríamos seguir, equivocadamente, dando más ejemplos de historias sobre comida dibujada. En los jeroglíficos egipcios y en los bajo relieves antiguos encontramos la forma de producir vino y suntuoso banquetes, donde los nobles o el faraón o rey de turno, agasajan a sus invitados. En la edad media es fácil suponer que los juglares, para entretener la público, llevaban dibujos en grandes lienzos. Pero sería equivocado, puesto que no hablamos de cómic. El nacimiento de las historias explicadas mediante dibujos es relativamente reciente, en los años veinte del siglo pasado. Antes de la edición de “The Funnies”, primer tomo publicado de forma separada con historias dibujadas, las viñetas pertenecían en exclusiva a los periódicos, las famosas tiras dibujadas. Los personajes que aparecían en las tiras periodísticas eran muy populares. Desgraciadamente, casi ninguno dio el salto al libro editado por separado, y casi todos han desaparecido. Uno de los personajes más conocidos era “Pete the Tramp”, algo así como Pete el vagabundo. Pete está, como no, obsesionado con la comida. La mayoría de las historias abordan, con humor, su lucha por la supervivencia. Su principal preocupación es procurarse alimento. Es imposible precisar el momento exacto del nacimiento del cómic gastronómico, pero Pete es, probablemente, uno de los primeros antecedentes. Dejémosle este puesto de honor. El personaje existe en casi todos los países con otro nombre; en el nuestro se llamó Carpanta.
Sin embargo, si queremos ser precisos, el principio del cómic gastronómico debe coincidir con una obra de repercusión mundial, fundadora de un género. Debemos viajar a Japón, donde la cultura del tebeo está muy arraigada y donde la cocina es filosofía y religión. En el año 1983 veía la luz Oishinbo, una historia por entregas, en la cual la cocina japonesa es la gran protagonista. El éxito fue colosal, con más de 130 millones de copias vendidas. Es probable que la publicación del primer capítulo de Oishinbo fuera la fundación de un género. Unos pocos años más tarde, en 1996, aparecería el primer cómic dedicado al vino, también en Japón, titulado Sommelier. El género, en su parte sólida y líquida, había aparecido.
La repercusión en occidente, como fenómeno de masas, no haría su aparición hasta mucho más tarde. En Francia, el primer tomo dedicado al vino aparece en 2010, y es sobre la figura de Robert Parker. Mucho antes, las traducciones de las publicaciones japonesas habían ocupado las estanterías de las tiendas especializadas. A día de hoy, el fenómeno de la novela gráfica ha trascendido todos los géneros, para convertirse en el medio de expresión para contar historias más sugerente de la actualidad. La publicación y difusión de cómics y novelas gráficas en más alto que nunca. Muchos de ellos, están dedicados a la elaboración y disfrute de los alimentos.
1º Cómics que no parecen de gastronomía (y que igual lo son).
Carpanta, de Luis Escobar (1949).
Carpanta es un personaje representativo de un país donde se pasa hambre. Las historias, bastante infantiles, están protagonizadas por un hombre hambriento, siempre en busca de comida. Las circunstancias se alían siempre para frustrar las intenciones del protagonista de conseguir algún manjar. Es probable que todos los que lean este post conozcan a Carpanta. Personalmente nunca me ha gustado mucho, en el fondo las historias son repetitivas y son más dramáticas que graciosas. Pero es un personaje que representa bien la situación española de después de la guerra civil. La censura obligó a aligerar las historietas y estuvo a punto de prohibirlo, puesto que “en España no hay hambre”. Probablemente el personaje esté inspirado en otro icónico dibujo, Pete the Trump, un vagabundo con maneras aristocráticas.
Los lugares de trabajo y sus habitantes.
Los “bajos” de la “alta” cocina de Álvarez Rabo (2008).
Soy lector de tebeos, para mi es muy importante el dibujo. Me daba pereza leer “Los Bajos…” puesto que el dibujo es feo. Si no me hubiera propuesto escribir sobre gastronomía jamás lo hubiera leído. Hubiera sido un error. La historia es, claramente, una historia sobre cocineros y sobre su trabajo. Es irreverente, no cuenta la realidad (todo es inventado) y tremendamente gracioso. Da gusto que uno de los más grandes cocineros del mundo, un hombre en el filo de la creatividad, una verdadera estrella, decida poner en manos de un dibujante de medio pelo y dudosa credibilidad, un proyecto dirigido exclusivamente a reírse de si mismo. Muy recomendable, y sobre todo, el primer cómic gastronómico de nuestro país. Y quizá el mejor.
El bar de Lucien de Frank Margerin.
Historia corta y graciosas protagonizada por uno de los personajes más populares de Margerin. Explica, de forma divertida, lo duro que es abrir un bar. Y trabajar todos los días. Y madrugar. Todo eso que es la hostelería.
Esclavos del trabajo de Daria Bogdanska.
Daria deja su Polonia natal para ir a vivir a Malmö, Suecia. Encuentra, como no, un trabajo de camarera. En su cómic, completamente autobiográfico, habla de sus amigos, de la dificultad de vivir en un país donde no hablas el idioma, de la frustración perpetua de un mal trabajo. Como hostelero de toda la vida, sé que las condiciones de trabajo retratadas en la novela no son las habituales en nuestro país, pero algunas situaciones son muy parecidas. Ser camarero es muy duro, física y psicológicamente. Muy recomendable.
La Cantina de Medianoche de Yaro Abe.
El pequeño restaurante ubicado al fondo del barrio de Shinjuku no tiene nombre. Solo sabemos que abre a las doce de la noche y que cierra a las 7 de la mañana. Los clientes, de todas las clases sociales y con diferentes historias, se apiñan en las pocas mesas para degustar los platos cocinados por el propietario. Premio Shigukukan al mejor manga 2009 y Premio de la Crítica asiática ACBD 2017.
Futuros Imperfectos.
El pescador de Massimo Rotundo y Ricardo Barriero (1983).
Leí esta historia hace más de treinta años y, sin embargo, me acordaba de ella. Me ha costado encontrarla y creo que no está publicada en un único tomo en español. Aparece en el número 28 de Cimoc y siguientes. En un mundo putrefacto por la polución, la comida casi no existe y es muy cara. Los habitantes se alimentan casi en exclusiva de pastillas. El protagonista es oficinista. Se gana unos dólares extra cazando cocodrilos mutantes en la bahía, polucionada y venenosa, de Nueva York. Los cocodrilos luego se venderán, a precio de oro, como atún. Plantea problemas ecológicos antes de que hablar de cuidar el entorno fuera moda y del problema de los alimentos contaminados. Muy interesante.
La tierra de los hijos, Gipi.
En un futuro apocalíptico, un padre intenta enseñar a sus hijos a sobrevivir. La principal preocupación, buscar comida. Nada de lo que ocurre invita a pensar que haya redención para la raza humana. Muy buena historia.
Los productores.
Rural de Étienne Davodeau (2001).
Francia, en contra de la idea de todos los extranjeros, es un país rural, donde los oficios del campo están muy bien considerados. Del campo vienen el vino, el queso, la mantequilla y los cereales para hacer el pan, la materia prima que permite el estilo de vida francés. Una pequeña y tranquila zona rural, donde viven los protagonistas de la historia, donde han construido sus casas y sus vidas, va a cambiar. Las autoridades han decido construir una autopista. Canto a otro estilo de vida, donde los animales, los árboles y la naturaleza forman parte del día cotidiano. Muy buena.
2º Cómics que parecen de gastronomía (y que igual no lo son).
Maestros Cerveceros de Jean Van Hamme y Francis Vallès (1996).
La historia de una familia, dueña de una fábrica de cerveza, durante 150 años y cinco generaciones. La narración empieza en 1854 y temina en 1997, después de pasar por dos guerras, algún crack económico y las traiciones y mezquindades de los que luchan por heredar.
Viñas de Burdeos de Éric Corbeyran y Espé.
Un culebrón con escenario de bodega. La protagonista, la hija de un elaborador de vinos en Burdeos, vuelve a la propiedad familiar para el entierro de su padre, un hombre algo huraño y de difícil trato. A la vuelta a casa se da cuenta de la situación, casi de quiebra, de la bodega. En contra de la opinión de sus hermanos, que quieren vender y hacer caja, decide hacerse cargo del negocio. Sin más.
Un grand bourgogne oublié de Hervé Richez, Emmanuel Guillot y Boris Guilloteau (2014).
Un elaborador de vino descubre, en casa de un amigo, unas botellas de vino sin etiquetas. Abre una y tiene una epifanía (en este caso una visión). El sabor del vino es tan puro, tan intenso, tan bueno, que decide empezar una investigación para saber que vino es y de donde viene. Si eres muy friky del vino te puede hacer gracia.
La aventura de comer (2007) y La buena mesa (2002) de Quino.
No son historias y no es un cómic, sino viñetas cómicas. Quino nos sorprende con su humor sugerente y nos hace reír. Para mi es un genio, y por lo tanto aparece en mi lista.
3º Cómics sobre gastronomía (que nadie duda si lo son).
La parte sólida.
Oishinbo de Tetsu Kariya y Akira Hansaki (1983).
La historia parece simple. Un joven periodista algo despistado y su compañera, reciben el encargo diseñar el “menú definitivo”, la mejor comida planeada jamas, con un perfecto equilibrio de comida y bebida. El joven, poco interesado en la gastronomía, es en realidad uno de los mayores expertos en comida japonesa. Pero no quiere ser gourmet. Su padre, un afamado artistas y presidente de un exclusivo club de exquisitos comensales, con su obsesión por la comida, hizo la vida imposible a toda la familia, en especial a su madre. Con estos sencillos mimbres, la elaboración del mejor menú de la historia y el enfrentamiento del protagonista con su padre, se desarrolla la que, probablemente, es la mejor historia gastronómica de la historia. A lo largo de 111 entregas, recogidas en 7 volúmenes en español, aparecen todas las especialidades japonesas. Obra maestra indiscutible, puede ser la obra fundacional de todo un género. En la actualidad lleva más de 13o millones de compias vendidas. Indispensalble.
El gourmet solitario (1997) y Paseos de un Gourmet solitario (2015) de Masayuki Kusumi y Jirô Tanaguchi.
La historia se repite entrega tras entrega. Un hombre camina por una calle de una ciudad buscando un restaurante. La ciudad puede ser Tokio, y el caminante anda por cualquiera de sus innumerables barrios, u otra ciudad mas pequeña. El hombre ha tenido que desplazarse por motivos de negocios, y cuando termina de trabajar siempre está hambriento. Sabemos poco de él; le gustan las mujeres, alguna vez habla de una pareja que tuvo, pero vive solo. Es un hombre refinado, con cultura gastronómica, pero prefiere los bares y restaurantes de barrio. Es fuerte, y cuando tiene que pelear lo hace con destreza y sin miedo. Pero quizá lo más humano, lo que más permite empatizar con el personaje sea su indecisión al entrar en un restaurante, las dudas en el momento de pedir, el miedo a perderse una buena comida. Es abstemio, no bebe alcohol. Entra en las cantinas y pide los platos típicos. Perfectamente dibujado y documentado, es una obra maestra indiscutible. Imprescindible.
Mibu-El Buli de Nahomi Tanaka y Dai Ochiai (2015).
Un día Ferrán Adria, el cocinero más conocido y reputado del planeta, entra a comer a un restaurante japones. El restaurante es el Mibu, un pequeño y exclusivo local donde solo se puede entrar siendo socio o bien siendo invitado. Ferrán prueba los platos y se siente deslumbrado, nunca ha comido unos platos de sabores tan sutiles y delicados. Unos meses después, Adria invita a los Ishida, el matrimonio que regenta el Mibu, a cocinar en El Buli. En matrimonio acude a Girona con todo el material del Mibu: vajilla, decoración, instrumentos de cocina, cuchillos, etc. Traen todos los ingredientes, incluido el agua. Cocinan preparando el menú durante cinco largos días, para dar cinco servicios de ocho comensales por servicio. Un cómic emocionante.
A comer y beber de Guillaume Long.
Guillaume Long es un habitual del dibujo. Tiene su propio blog donde recoge toda serie de aventuras. En el cómic nos hace sonreír mientras le acompañamos a la compra de los ingredientes necesarios para cocinar. Luego nos explica la receta de una forma fácil y desenfadada. Una forma fácil de aprender y mucho más divertida que los tradicionales libros de cocina.
La parte líquida.
Las gotas de Dios de Tadashi Agi y Shu Okimoto.
El crítico de vino más influyente del planeta muere, dejando una herencia colosal, la mas completa y selecta colección de vinos jamás agrupada. Hagan un cálculo; a precios rondando los 3000 dólares por botella unas cuantas miles ya son millones de euros. Tiene un hijo, del que se ha alejado desde la infancia y al que apenas conoce. A la hora de la lectura del testamento vuelve a la casa que nunca fue suya, donde vivía su padre, y escucha su legado; puede hacerse con la magnífica herencia si logra cumplir con éxito una tarea colosal. Descubrir y describir, tal y como haría su padre, en cata a ciegas, 12 vinos a los que llama “Los Doce Apóstoles” y un decimotercero llamado “Las Gotas de Dios”. Para ponerlo más complicado, el padre ha adoptado al más dotado de los críticos de vinos de Japón, un joven arrogante y presuntuoso al que nuestro protagonista deberá superar. En caso de que el hijo adoptivo haga mejor la prueba, se quedará con la herencia. Un poco cruel el padre (ya lo he dicho muchas veces, no se fíen nunca de un crítico de vino).
A lo largo de la larga saga, siguiendo el entrenamiento del protagonista, descubrimos muchos vinos. La influjo del cómic fue tan grande, que los vinos que aparecían en sus páginas pronto desaparecían del mercado, al aumentar la demanda de ese producto concreto. Leí en Decanter Magazine: “sin duda la más influyente publicación sobre vino de los últimos 20 años”.
El cómic no ha sido traducido al español y solo lo podemos encontrar en francés e ingles.
Los ignorantes, relato de una iniciación cruzada de Étienne Davodeau (2011).
Los Ignorantes cuenta la historia de un dibujante de cómics, el propio autor, que decide convivir un año con un elaborador de vinos. El dibujante no sabe nada de como se hacen los vinos, el vigneron (nombre que reciben los agricultores que elaboran vino con uvas de sus propios viñedos) no sabe nada de cómics. La relación que se establece entre ellos es de maestro-aprendiz, cada uno en su propio magisterio guiará al otro por los vericuetos de cada profesión. El hacedor de vinos mostrara, a lo largo del año, las labores a realizar en el viñedo, la necesidad de un cultivo razonado con poco o ningún componente químico, la ancestral relación con el entorno natural, la magia del vino, la filosofía encerrada en cada botella. El contador de cuentos le introducirá en el mundo del dibujo y de los dibujantes, le conducirá por las mejores historias jamás dibujadas, le presentará a los artistas más relevantes. Cada uno descubrirá, de la mano de un maestro, los entresijos más privados de cada oficio. Son dos oficios curiosos, más una forma de vida que un negocio del que vivir.
Los lectores nos adentramos tímidamente, de puntillas, en los viñedos batidos por el viento de Richard Leroy en el pueblo de Anjou, en el Valle del río Loira. Le seguimos mientras poda la viña, vigila las uvas, vendimia, tutela la fermentación, hace vino. Defiende con ardor que la mejor variedad de uva para hacer vino es la Chenin Blanc, nos cuenta que dejo su trabajo de banquero por amor al vino, que nunca más se ha puesto un traje con corbata, que la clave, la magia, la diferencia esta en el suelo. Entrañable, te introduce en su vida, llega a ser como un amigo. Durante el año cuida sus vides y lee cómics, conoce a dibujantes, visita ferias. Alguna de los autores le gustan mucho y le llegan dentro, otros no tanto. Sorprendentemente no le gusta mucho Moebius. (Nota importante: Moebius es, para todo lector de cómics, el más importante autor de la historia. En una modesta calificación Moebius sería Dios y el resto meros aprendices).
Todos los años acudo al Loira. En una feria estaba monsieur Leroy dando a probar sus vinos. Hice la cola, deguste con educación los vinos y le hice la pregunta que me quemaba por dentro, la misma con la que cientos de personas le habrán perseguido. Después de felicitarle por sus extraordinarios vinos le pregunte:
Yo- Monsieur Leroy, ¿por qué no le gusta Moebius?
Richard Leroy- No es que no me guste, sólo dije que no era de mis favoritos. Es demasiado frío.
Los dos vinos elaborados en el Domaine Richard Leroy son:
-Les Clos des Rouliers, de la variedad Chenin Blanc.
-Les Noëls de Montvenault, también de Chenin.
Chroniques de la vigne: conversations avec mon grand-père, de Frédéric Bernard (2013).
El dibujante del cómic nació en uno de los más famosos pueblos de Borgoña. Su familia lleva generaciones dedicándose a la elaboración y venta de vino. De hecho, era el propio dibujante el heredero y, para la familia, el encargado de seguir la tradición familiar. Más atraído por el dibujo, se dedica a hacer cómics. Un día, vuelve al pueblo y habla con su abuelo de las viñas, del vino y de la familia. La narración recoge las conversaciones con el abuelo, su filosofía elaboradora, la importancia del vino. Una gran obra, imprescindible. No está traducida al español.
Vinomics, Relatos Gráficos con sabor a buen vino, de varios autores (2018).
El mejor cómic sobre vinos escrito en nuestro país. Un buen día, un guionista amante del vino, tuvo la idea de fusionar cómics y vinos. La idea no era nueva, en Francia llevan años haciendo tebeos sobre vinos o en entornos vitícolas, y documentales y películas han utilizado el vino como parte fundamental de su argumento. Pero sin duda era una idea arriesgada al explorar un entorno nunca utilizado en nuestro país. Raul Deamo, el motor y coordinador de ester proyecto, también pensó que lo mejor sería invitar a unos cuantos autores a dar su visión personal. No era necesario que fueran grandes conocedores de vino, pero si grandes contadores de historias.
Dos años después aparecen todos los relatos agrupados en un solo tomo. Durante estos dos años han ido apareciendo en la página web de la Denominación de Origen Catalunya, la entidad que creyó, apoyó y organizó la actividad.
Son catorce historias escritas y dibujadas por diecisiete artistas. En ellas hay relatos de humor, autobiográficos, de ciencia ficción, históricos, en alguno incluso aparece un fantasma, y se ha colado uno algo picante (y no de comer). Fáciles de leer, divertidos y refrescantes sirven para acercarse al mundo del cómic y del vino de una forma sencilla. La mayoría de los autores no son grandes entendidos en vino y lo reconocen abiertamente, alejándose de las fatigosas explicaciones de muchos pretendidos “expertos” y abordando el tema desde una perspectiva hedonista, solo para disfrutar. Entre los dibujantes encontramos auténticos clásicos con muchos años de experiencia a sus espalda, a jóvenes con mucho talento y a artistas consagrados en nuestro país y en el extranjero.
L´incroyable hisoire du vin: la la préhistoire à nos jours, 10.000 ans d´aventure de Daniel Casanave y Benoist Simmat (2018).
Probablemente el cómic que yo quería escribir. La historia completa del vino, desde las primeras pruebas de su existencia hasta nuestros días. El protagonista de la narración y encargado de llevarnos a través de los siglos y de los países no es otro que Dionisio, el dios del vino. La importancia religiosa, económica y estratégica de una bebida que ayudo a cambiar al mundo. Es un relato imprescindible. Es una pena que solo esté disponible en francés.
Otros cómics importantes, de los que hablaré otro día.
En la cocina con Alain Passard de Christophe Blain (2011).
Los secretos del chocolate de Franckie Alarcon.
El arte de la imperfección en la cocina de Julia Osuna.
Comme un chef de Aurèlia Aurita (2018).
Escoffier, Roi des Cuisiniers de Frédéric Charve (2018).
Manger libanais de Kamal Mouzawak (2017).
Sommelier de Ken-Ichi Hori, Shinobu Kaitani y Araki Joh.
Le viandier de Polpette de Julien Neel y Olivier Milhaud.
TERROARISTA