De como gané el campeonato de Mejor Sumiller de Old Land (e hice enemigos eternos).
El Campeonato de Mejor Sumiller de Old Land sirve para determinar el mejor sumiller de la comunidad y quienes se clasifican para la gran final de Mejor Sumiller de España. La competición se celebra cada año en una ciudad diferente. Este año, la competición es en A. el corazón de la Ribera del Duero, una de las más prestigiosas denominaciones de origen de vino de España y principal patrocinador del campeonato.Yo me he presentado varias veces y este año soy uno de los favoritos.
Llego un día antes. La noche anterior al campeonato, suelo encontrarme con otros participantes y compañeros de profesión para abrir muchas botellas de vino. Considero inmoral competir sin resaca. Me despierto con un punzón de hielo en el craneo. Me visto rápido. Las reglas de competición son muy estrictas; traje negro, camisa blanca, corbata o pajarita, zapatos negros, mandil y un instrumento inútil llamando testavín. No tengo mandil y pido uno prestado. Alguien me deja uno.
Durante la mañana tiene lugar la semifinal. Los 50 mejores sumilleres de todos los rincones de mi comunidad autónoma nos enfrentarnos a una serie de pruebas complicadas:
- Cata a ciegas de dos vinos y un producto (puede ser cualquier cosa, incluido un vino). Suele ser un destilado. Tiempo: cinco minutos para los vinos y dos para el producto, que solo hay que identificar, no describir. Total, 12 minutos de estrés total.
- Examen con cincuenta preguntas sobre todo lo relacionado con las responsabilidades de un sumiller en un restaurante. ¿Cuáles son? Todos los productos no transformados en la cocina: vinos, aguas, destilados, puros, cafés, tés, quesos, aceite, vinagre, azúcar, etc. Tiempo: una hora (más que suficiente).
- Decantación profesional. La decantación sigue un protocolo muy estricto de veinte pasos que hay que completar en 5 minutos. Asequible si estás entrenado, imposible la primera vez.
- Prueba de inglés. Muy fácil, solo hay que dominar el idioma.
La mañana pasa frenética. Acabadas las pruebas comemos, bastante más relajados. Para la mayoría el trabajo a terminado. Solo tres de nosotros pasaremos a la gran final. Sin tiempo para la siesta, nos dirigimos en manada al Gran Teatro de A. La prueba final, la que decidirá el campeón, es abierta al público. El teatro está abarrotado. Ocupamos las primeras filas y comienzan los discursos de políticos y pelotas.
En reconocimiento a nuestro trabajo y estudio, nos entregan un diploma de participación. Subimos al escenario a recogerlo al ser nombrados. Al terminar la entrega de diplomas de participación nos ponemos tensos. Llegó el momento. Primero dicen los nombres de los clasificados para la final nacional. Oigo el mío, doy un paso al frente. El resto de clasificados hacen lo mismo. En un momento el aire se electrifica, los tres finalistas. Oigo mi nombre, doy un paso al frente. Así se ganan las batallas, paso a paso. Los finalistas somos apartados del grupo y nuestros móviles son requisados por los jueces.
Estar en el escenario impone. Hay varias mesas con jurados para evaluar cada una de las pruebas. Preguntas rápidas, cata de vino, decantación…todo debe ser fluido, sonriendo y sin aparentar nervios. Desfilamos elegantes entre mesa y mesa, dando sensación de confianza. La carta errónea es el reto más complicado. En la pantalla aparece una lista de vinos con errores y debes encontrarlos.
El menú maridaje es la prueba principal. En la pantalla aparece un menú muy complejo, con varios entrantes, varios platos principales de pescado y carne, preposte, quesos y postre. Nuestro trabajo es aconsejar el mejor acompañamiento líquido de cada plato (vino, té, cocktails, etc.).
Este año el jurado propone una prueba sorpresa, servicio de un agua mineral con gas y un cocktail con un vino de Jerez.
Termino, me dirijo al público para darles las gracias por su apoyo. Repito mi agradecimiento al jurado y bajo del escenario. Es el turno de los otros dos finalistas. Me quedo a ver su actuación. Son buenos, lo hacen muy bien.
El día eterno llega a su fin. Estamos agotados y nerviosos. Discursos y más discursos hasta el momento de la entrega de premios. Primero el tercer clasificado. No soy yo. Luego el segundo, tampoco es mi nombre. He ganado. ¡Por fin mi ciudad tiene un campeón! Sueño cumplido.
Subo al escenario, oigo los aplausos del público, los gritos de apoyo de mi equipo. Pronto me doy cuenta de que algo no va bien. Veo algunas sonrisas nerviosas y miradas de incomprensión, en vez de afectuoso y genuino reconocimiento. El presidente de la D.O. Ribera del Duero, como patrocinador principal, me da el trofeo. Está incómodo y dolido, a la defensiva. Doy las gracias y miro a mis compañeros de equipo. Permanecen callados y con ojos desolados. Me miran perplejos. Me despido, doy las gracias, doy la mano a todos los que veo cerca, doy por finalizado el protocolo, y me dirijo a mi rincón con la sombra de la sospecha en el alma.
¿Qué pasa?- pregunto.
Un amigo- ¿Has visto tu mandil?
Miro hacía abajo. Caigo dentro de un negro abismo.
Recapitulemos. Durante mi actuación encima del escenario, alguien se fijo en la publicidad que llevaba escrita en el mandil. No era la apropiada para el campeonato, incluso podía ser entendida como una provocación. Ese alguien tuvo la genial idea de colgarlo en Twitter. En pocos minutos, cientos de tuits se hicieron eco del escándalo (soy trending topic por unas horas). Al estar aislado, nadie pudo advertirme del tremendo error. El asunto exploto durante la entrega de premios, cuando decenas de fotos inmortalizaron el momento, las mismas fotos que aparecerán mañana en diarios y periódicos de toda la comunidad, y permanecerán para siempre en la eternidad de internet. El presidente de la DO Ribera del Duero entregándome el premio con desagrado y yo, el gran protagonista, con un mandil donde se podía leer claramente la publicidad de un vino de la DO Rioja (para mi desgracia, en grandes letras amarillas).
TERROARISTA