Una persecución policial sin sentido y grandes vinos alpinos.

«Los monstruos existen, pero son pocos para ser verdaderamente peligrosos. Más peligrosos son…los funcionarios, los funcionarios dispuestos a creer y actuar sin hacer ninguna pregunta». Primo Levi, judío de Turín y uno de los grandes cronistas de los campos de concentración nazis.

Voy a intentar contar exactamente el suceso tal y como pasó:

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Íbamos a tomar la autopista en la entrada de Pont Sant Martin, una preciosa localidad en el valle de Aosta muy conocida por el hermoso puente romano de un solo arco. Chris iba conduciendo en la parte derecha del vehículo, su coche es inglés y el volante está en el lado derecho, y Dr M a su lado (ambos personajes aparecen en el post anterior). Yo, único capaz de entender el idioma italiano, en la parte de atrás. Al intentar acceder a la máquina expendedora de los tickets de acceso Chris se equivoco y fue a una que tenía el semáforo en rojo. Un coche de policía que estaba custodiando la entrada a la autopista arrancó, vino hacia nosotros, freno en seco y a gritos nos dijeron que no era por ahí, y con bastantes malos modos nos indicaron la dirección correcta. Por mi carácter latino no di demasiada importancia a este comportamiento. Somos gritones y, aunque los policías habían sido un poco bruscos, no resultaron ofensivos. Sin embargo dos ciudadanos de pueblos menos calientes estaban realmente ofendidos. Su reacción les había sorprendido y les parecía desmesurada (over reacted).

Al coger el camino correcto hacia la máquina expendedora los tres ocupantes del vehículo dijimos adiós con la mano en un gesto de respeto a los policías. Cogimos el ticket y, mientras nos alejábamos buscando la dirección correcta y comentando lo extraño de lo sucedido, oímos una sirena de policía, vemos como el coche con los dos policías dentro se cruza en nuestro camino como en una persecución de la televisión, salen corriendo y se dirigen gritando hacia nosotros con gestos de colera. Es bastante intimidante ver a unas personas de uniforme con pistola correr hacia ti mientras gritan y hacen gestos amenazadores. Uno de los policías, le llamaremos el policía con barba, abrió la puerta y empezó a gritar a Chris en italiano a escasos centímetros de su cara. Supongo que el creería que no éramos capaces de entenderles y, sin ninguna provocación por nuestra parte, empezó a insultarnos. Nos llamo basura (bidone), nos conmino a irnos de su país y cuando cerro la puerta nos llamo bastardos (bastardi). Hubo bastante más pero con el miedo que tenía no preste demasiada atención. El otro policía, al que llamaremos el policía con gafas, gritaba desde unos tres metros, en inglés.

Policía con gafas- ¡This is not England, we drive from the right, from the right! (esto no es Inglaterra, aquí conducimos por la derecha).

Después del portazo el policía nos señala una dirección. Yo pensaba que nos iban a parar y registrarnos. Al fin y al cabo si encontraban algo sospechoso o ilegal en nuestra posesión estaban haciendo su trabajo pero, en caso contrario, no me cabía ninguna duda de que habían cometido un delito. Insultar sin ningún motivo a tres ciudadanos extranjeros es algo grave, o debería serlo. Resignados nos dirigimos en la dirección que nos indican y, lentamente, empezamos a alejarnos. Los policías se montaron en el coche y se fueron. Nos habían enviado intencionadamente en dirección contraria a la que íbamos. Tuvimos que conducir unos cuantos kilómetros hasta la siguiente salida, pagar la autopista, entrar por la misma salida por la que acabábamos de salir y volver a conducir unos cuantos kilómetros para volver a pasar por delante del “lugar de los hechos”. Perdida de tiempo y dinero, sin contar con el abofeteo a nuestra dignidad. El ambiente dentro del coche era fúnebre. Mis dos compañeros no daban crédito a lo sucedido y pasaban del mayor de los enojos a una melancólica y silenciosa depresión. La verdad, yo estaba bastante contento. Una vez evitado la introducción de dedos enguantados en organismos ajenos y/o una retención posiblemente ilegal pero muy real, observaba como el peligro se alejaba a 100km/hora. Dr M y Chris no pensaban lo mismo. Querían ir de inmediato a la siguiente comisaría y denunciar lo que había ocurrido.

T-Estoy de acuerdo con vosotros y si queréis vamos a la comisaría, pero hay dos problemas. El primero el idioma y el segundo que en realidad no sabemos los nombres ni la matrícula ni nada sobre los dos individuos de uniforme. Propongo dejarlo para mañana cuando estemos más tranquilos, podremos encontrar una solución mejor.

Dr M-Vale, pero no podemos dejarlo así. Eran un par se psicópatas que no pueden ocupar un puesto de poder. Hay algo que me preocupa, ¿por qué ha ocurrido esto?.

Después de barajar varias hipótesis, desde el odio a los ingleses generado por el Brexit hasta la posibilidad clara de una perturbación mental de los policías pasando por un posible “efecto Trump” de rechazo al extranjero llegamos, algo tristes, a nuestro siguiente destino. ¿Piensan qué se acabo nuestra mala suerte?. Pues no; por causa de nuestros amigos con pistola llegamos a la ciudad tarde y todos los restaurantes estaban cerrados. Comimos una pizza congelada. Cansados y desilusionados fuimos al hotel.

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Todo se arregla con unos vinos.

En el hotel Chris saca una botella de vino comprado a última hora ayer en un bar. Cuando me ofrece un vaso declino aceptar recordando el desagradable sabor a piel de ratón encurtida del día anterior.

Dr M- Jajaja, no vas a permitir que ese vino de mesa toque tus labios.

T- Hoy no me apetece mucho beber.

Dr M- En el bar solo tenían esa botella de vino, tu la habría comprado igual.

Estaba tumbado en la cama y, la verdad, un día de descanso para el hígado me perecía una buena idea. Y no iba a acercar a mi boca ese brebaje inmundo. Acababa de comprar dos botellas de vino en la cooperativa “La Crote des Vignerons”. Elaboran desde hace tiempo una gran variedad de vinos de calidad en la zona de Chambave, en los Alpes, muchos de ellos de variedades locales. Es fascinante ver trepar las viñas por las laderas de las grandes montañas, solo en la parte en la que reciben el sol de la mañana, agarrándose a los primeros rayos con calor. La zona tiene unas precipitaciones casi desérticas y una gran diferencia térmica entre el día y la noche. Producen estupendos vinos de montaña. Pasé casi una hora hablando con el vendedor eligiendo con cuidado las dos botellas. En su interior un líquido único, imposible de encontrar fuera de su lugar de origen. Un blanco, un muscat de Chambave con 40 meses de afinamiento en botti usado, año 2009. Un tinto, fumint, uva local, el vino mejor de la bodega, 2013. El vino siempre es mejor en compañía, pero esas dos botellas tenía intención de traerlas conmigo de vuelta del viaje.

Dr M- Terroarista, ¿no habías comprado vino?. Estuviste desaparecido mucho tiempo y al venir hacia el coche traías un paquete.

T- Sí, he comprado dos botellas. Pero no tenemos descorchador, así que no podemos beberlas.

Dr M- Vamos, eso no puede ser un obstáculo para ti, un sumiller profesional.

T- Lo siento pero sin mis herramientas no soy nada. Ahí tenéis las botellas.

Señale de forma ambigua mis pertenencias y no me moví. Los dos se acercaron a rebuscar con cuidado pero con decisión mis botellas y, cuando ya las tenían entre sus manos, empezaron a dar vueltas por la habitación. En un caso como este lo mejor es pedir a un vecino un descorchador o bajar a la recepción del hotel o a un bar cercano y pedir que por favor te abran la botella. Hay más formas pero son menos eficientes y por lo general castigan más al vino. Estaba tranquilo, si no salían de la habitación lo tenían complicado.

Dr M- Debemos utilizar la ciencia para resolver el problema. ¿Qué es un descorchador?, un trozo de metal en espiral. Busquemos algo parecido.

Siguen dando vueltas a la habitación, con aspecto de despistados pero resueltos. Cogen y dejan varios objetos, no los vi, estaba leyendo despreocupado. Finalmente Dr M cogió una percha, enrosco como pudo la parte metálica y, con cierta pericia y para mi sorpresa, fabrico un descorchador. Obviamente la punta no esta afilada, no podía penetrar en el corcho. Con uno de los cuchillos hizo un agujero en medio del corcho y dejo el trabajo duro a Chris. Chris introdujo con paciencia la parte metálica y tiro con fuerza hacia arriba y de lado. Poco a poco fue cediendo y en pocos minutos pude escuchar el mágico sonido del beso de adiós del corcho al irse para siempre. El corcho se había roto en dos trozos, pero había salido limpiamente. Muy alegres mis compañeros sirvieron el vino para darse cuenta que era el vino blanco (ellos prefieren el tinto). Está algo caliente pero es un vino extraordinario, mineral, complejo, delicioso. En menos de diez minutos ha desaparecido y Chris está de nuevo con la percha abriendo el segundo vino. Plop, abierto. Disfrutamos del sabor algo rústico, ácido, sabroso del vino mientras felices nos damos cuenta del buen rato que estamos pasando. Sirvo las últimas gotas de líquido rojo a Dr M, nuestro ánimo es festivo. Charlando sin prisa alguien me acerca el vinillo de mesa comprado el día anterior y deniego con la cabeza, definitivamente no lo voy a probar. Mis dos compañeros me miran desconcertados.

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Dr M- Pero, ¿tu no escribiste que el número correcto de botellas para una reunión era el número de personas más una?, ¿me puedes explicar donde están las otras dos botellas?. (Es cierto, recientemente publiqué un post en el cual exponía la tesis del número ideal de botellas para cualquier tipo de reunión: n personas + 1).

Aunque parezca mentira ninguno bebió del brebaje con sabor a ratón, se fue por el lavabo.

P.D.- Importante. Si alguien sabe que podemos hacer para denunciar o dar a conocer la actitud de los dos policías y de esta forma evitar en lo posible tratos abusivos estaríamos muy agradecidos de recibir ayuda. Investigando un poco por internet hemos encontrado un caso parecido muy reciente que apareció en un periódico local. Una mujer fue insultada y vejada por dos policías en el mismo punto de Pont Saint Martin. Es una forma de actuar y no un caso aislado.

MUCHAS GRACIAS.

TERROARISTAS & FRIENDS.

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