El cardenal, de Rafael.

«Cuando uno está pintando no piensa», Rafael.

Ponerse delante de un cuadro de Rafael es enfrentarse a la belleza. En el Museo hay varias obras de Rafael y, aunque he propuesto un itinerario con solo 10 cuadros en todo el museo, seguro que en nuestra visita vemos alguno más (hay que amortizar los 14 euros que cuesta la entrada). Echemos un vistazo a las obras de Rafael.

Los cuadros de Rafael del museo son de temática religiosa, destacando los grupos donde aparece la Virgen con el Niño, acompañados de ángeles y/o santos. Contemplamos las obras admirados, convencidos de que estamos ante el fin de una época, no se puede pintar mejor. La delicadeza de las imágenes, la belleza de los personajes, la tranquilidad de los gestos, la cuidadosa elección de los colores, nos asombran, de la misma forma que asombraron a sus coetáneos y asombrarán a los visitantes del futuro, dentro de 500 años. Es la belleza ideal.

El Renacimiento supuso una nueva forma de entender al hombre, y eso se reflejó en el arte. Por supuesto no hay que creer que se salio de una época oscura (la Edad Media) y de golpe, apareció el Renacimiento, siempre hay un hilo conductor en la historia. Pero sin duda supuso un redescubrimiento y el principio de la Edad Moderna. En pintura los cambios fueron importantes.

El hombre pasa a ser la medida del universo. Sigue habiendo temática religiosa, eran los que tenían el dinero y pagaban a los artistas, pero hace su aparición el humanismo, y las obras no religiosas. Toma mucha importancia el retrato, y los cuerpos desnudos.

La composición, la posición de los personajes en el espacio, es muy importante, buscando la simetría y el orden perfecto. No hay desequilibrios entre las distintas zonas del espacio del cuadro, dando la sensación de definitivo.

Empiezan los estudios sobre perspectiva. Por un lado la perspectiva geométrica, buscando los puntos de fuga, ayuda a crear la sensación de profundidad. Los objetos más lejanos son más pequeños, imitando a la perfección la forma en como nuestro cerebro percibe la realidad. La perspectiva aérea consigue, mediante el uso de color y una cuidadosa atención a los elementos más lejanos, desdibujados, sensación de tridimensionalidad. Los colores más lejanos parecen menos intensos (el vapor de agua y a las partículas de polvo del ambiente absorben la luz, diluyendo los colores) y desaparece el contraste. La luz azul atraviesa mejor la humedad, por eso los colores de los paisajes lejanos son fríos (y por eso el cielo es azul). Los fondos neblinosos, con los elementos lejanos desdibujados, no pintados con precisión, crea sensación de volumen.

La luz, iluminando unas partes y otras dejándolas más oscuras, crea sensación de volumen. La figuras de los cuadros son estatuas dibujadas.

Las imágenes son de una gran belleza, no son reales, están idealizadas, buscando la perfección. No podemos decir que no sean realistas, pero viven en el mundo de la belleza perfecta, son un ideal, y con probabilidad sean las obras de arte más bellas pintadas jamás.

Sagrada Familia del cordero.

En los cuadros de La Sagrada Familia con el Cordero y Sagrada Familia, llamada la Perla, vemos el fondo desdibujado, neblinoso, con predominio del azul en el fondo. La perfección de los detalles, la belleza divina de la virgen y del niño, el equilibrio de los elementos, dan una sensación de paz, de plenitud. La felicidad es la contemplación de la belleza.

En la Sagrada Familia de la Perla, la luz, entrando fuerte por la izquierda, ilumina a los personajes principales, fijando la atención en los personajes centrales de la escena, creando sensación de volumen.

La forma de pintar y de disponer los elementos dentro de un cuadro tendrán una influencia dictatorial en toda la pintura europea, y permanecerá vigente hasta las primeras vanguardias del siglo XX. Pero estamos aquí por el cuadro del cardenal.

El cardenal.

Las obras de arte son autobiográficas, hablan de su autor. Sin embargo, en un retrato, el reto es representar la personalidad del personaje retratado. El artista debe tener la agudeza psicológica capaz de penetrar en el alma del modelo y entenderla, y el talento necesario para hacerla evidente al observador. Tarea al alcance de muy pocos.

El retrato pintado por el gran Rafael es una de esas obras maestras que nos siguen hablando a través de los tiempos. Tres rasgos esenciales hacen de el una obra icónica.

1º- Rafael deja constancia de la identidad del renacimiento. El hombre es la medida de todas las cosas. La imagen del hombre renacido de los tiempos oscuros de la Edad Media, deja paso a la elegancia, al hedonismo, a la belleza. El hombre sentado que nos mira no es un bárbaro medieval, es un estandarte de la nueva humanidad.

2º- La pericia con el que ha sido ejecutado. El cuidado de los detalles, la elegancia de las vestiduras, la luz, entrando suave por la izquierda, ayuda a crear la sensación de volumen, sobre un fondo frío (una cortina verde). La sensibilidad del artista logra una obra de equilibrio y belleza atemporal.

3º- Entendemos al hombre que nos mira desde dentro del cuadro; cada uno de nosotros pensamos que nos habla (y supongo que a cada uno nos dice algo diferente). Es el retrato de una persona, un ser único, con su propia personalidad. La dignidad con la que está sentado, junto con sus vestiduras inmaculadas, nos hablan de un hombre de alcurnia, culto, refinado. El corte de pelo, algo monjil para nuestro estilo, pero muy cuidado, probablemente a la moda de entonces, la blancura de la piel, la elegancia del porte, nos alerta del poder de un hombre acostumbrado a tomar decisiones.

Los ojos miran directamente al espectador. El gesto es misterioso, entre sonriendo y triste, parecido a la Gioconda (de la cual es deudor). Parece que nos ha reconocido. Es distante, pero su mirada es cómplice, transmite cierta bondad. Creo que si atrapa, es porque nos parece que el buen hombre nos está pidiendo un minuto, lo necesario para acabar de posar, y nos quiere contar algo importante.

Las obras maestras cambian según quien las mire. Es asombroso ver pasar a los visitantes delante del cuadro. Vamos despacio, viendo las obras sin gran interés, buscando las que más nos gustan. Es normal, en una pinacoteca tan grande como el Prado. Al pasar por delante del cuadro de El Cardenal, nos paramos de golpe, reclamados por una voz que nos apela directamente. Y se queda en la memoria.

TERROARISTA