Juan Alcorta e Ignacio Quemada, equilibrio absoluto

Juan Alcorta, perteneciente al grupo Pernod Ricard, es un ejemplo de bodega de última generación, concebida desde el principio para desempeñar una triple función que trasciende la actividad tradicional del sector vinícola. En primer lugar, es una bodega de elaboración y crianza de grandes dimensiones; en segundo lugar, un destino singular de turismo enológico, y en tercer lugar, una sede social capaz de potenciar la imagen de la empresa, acogiendo diversos eventos y acciones de marketing.
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El equilibrio

Hablar de equilibrio en construcción significa muchas cosas, en este caso creemos que de verdad han logrado un equilibrio absoluto entre enología, arquitectura y sostenibilidad.

Enología: el fin de una bodega es hacer vino, con lo cual decir enología equivale a decir funcionalidad, soy de las que defiende ferviertenmente que los buenos arquitectos no son solo artistas, que una buena obra de arquitectura no lo es sólo por su diseño, sino por su adpatación a su uso, objetivo ampliamente logrado por Igancio Quemada en este caso. (Valga como ejemplo negativo, buen diseño pero poco funcional el Aeropuerto de Bilbao de Santiago Calatrava). En este punto se nota la mano de la enóloga de esta bodega es nuestra apreciada Elena Adell, cuyas sugerencias sobre diseño facilitaron la creación de una moderna bodega que de alguna forma permite mantener la sensación de trabajar en una pequeña bodega de antaño, como auténticos artesanos del vino.

Arquitectura: esto se juzga con las imágenes que se adjuntan a este post. Valga esta frase y reflexión del arquitecto para empezar: al estudiar el emplazamiento de la nueva bodega, el arquitecto Ignacio Quemada quedó inmediatamente impresionado por la belleza natural del paisaje, su primer pensamiento al ver dónde se iba a ubicar la nueva bodega fue “¡Qué paisaje más bonito!. ¿Cómo voy a construir un edificio de  45.000 metros cuadrados sin echarlo a perder?» Su respuesta: «bajo tierra». La decisión de Quemada de construir bajo tierra la nueva bodega tenía varias implicaciones. En primer lugar, se conseguían de forma natural las condiciones ideales para la elaboración y crianza del vino. Y en segundo lugar, se podía conseguir la integración con el paisaje, algo que resulta fundamental en este entorno. Se da una perfecta simetría entre las necesidades enológicas y la belleza arquitectónica.

Sostenibilidad: por supuesto medioambiental, la creación de esta bodega en 2001, basada en un desarrollo sostenible, fue una novedad para la industria vitivinícola riojana. Es una obra pionera, la primera bodega en obtener el certificado de su Huella de Carbono, conforme a la ISO 14064 que concede AENOR.

¿Cómo se llegó a este equilibrio?, la respuesta está en un buen trabajo en equipo: estas instalaciones materializan la visión compartida del renombrado arquitecto riojano, Ignacio Quemada, el Director de Operaciones de Campo Viejo, Fernando Pozo, y nuestra enóloga Elena Adell, consiguiendo el perfecto equilibrio entre los 3 pilares fundamentales en los que se soporta la bodega.

Inaugurada en 2001, la nueva bodega fue diseñada para establecer un equilibrio armónico entre la enología, la arquitectura y la sostenibilidad. Estos elementos se han unido para crear un templo de la vinicultura que permanece en la vanguardia del mercado vitivinícola internacional actual.

Descripción de la bodega

La bodega Juan Alcorta se sitúa en un altiplano sobre el valle del Ebro, La Rad de Santa Cruz, cubierto por 37 hectáreas de viñedo ondulado, con vistas panorámicas en todas las direcciones.

La mayor parte de la bodega, toda la funcional cuyo tamaño es de 45.000 m2 se sitúa enterrada, se hace que forme parte del cerro, quedando oculta desde el viñedo y la parte de recepción de visitas se sitúa sobre el viñedo (a modo de château).
 La eficacia y racionalidad deseables en unas instalaciones modernas no son incompatibles con el uso ancestral de enterrar las bodegas sino que, al contrario, enterrar supone conseguir de manera natural las condiciones idóneas para la elaboración y crianza del vino: entrada uva por gravedad, serenidad, oscuridad, estabilidad de temperatura y humedad, ventilación pausada y natural.
Enterrar el edificio supone también mayor facilidad para acercarse, con maneras actuales, a la experiencia arquitectónica de las bodegas tradicionales: espacios oscuros, serenos, muy marcados por la forma y textura de las paredes y por las escasas entradas de luz exterior.  Al situarse en el borde del altiplano, la construcción enterrada se asoma para tomar aire y luz, configurando el perfil del cerro, pasando a formar, tímidamente, parte del paisaje.
 Las fachadas de hormigón terroso, rojizo como uno de los estratos que aparecieron al excavar, se construyen por apilado de estratos horizontales, de escala exagerada y tectónicamente intensos, que dan al conjunto aspecto de formar parte del terreno, de haber estado siempre allí dentro, y de que la misma erosión que ha hecho aparecer la roca rojiza en el frente hacia el río del vecino Monte Cantabria, lo ha dejado a la vista. Las fachadas terrosas continúan hacia el interior de la bodega, dando forma primero al patio de entrada, que centraliza al modo tradicional todos los accesos a la bodega, y después a la galería, la cueva, que articula el edificio y que da paso a través de sus oquedades a los distintos espacios.
Personalmente soy una enamorada del uso del hormigón visto en arquitectura, es algo difícil de apreciar para los que no se dedican a la construcción pero el placer de un hormigón visto bien acabado, en en este caso pigmentado del color de la tierra, otras muchas veces en blanco, o en el color hormigón (gris) requiere el esfuerzo de un trabajo bien hecho, con sus pequeños defectos de coqueras, marcas del encofrado, cuando se logra la cuasi perfección en un trabajo ejecutado in situ, es algo grande, para los que formamos parte de esto. Es como los defectos de un vino de autor, para los amantes del vino, no le restan valor. Mi enhorabuena a los ejecutores. Hay que decir que gran parte de esta bodegas son prefabricados de hormigón, ejecutados en fábricas y colocados en obra.
La bodega enterrada se organiza en dos volúmenes de dos plantas, la nave de depósitos de Elaboración y Almacenamiento de 15.000 m², de 12 a 16 m de altura, y un segundo volumen rectangular de 12.000 m² que alberga la nave de Crianza en Barricas en el piso inferior, de 7 m de altura, y los espacios de Crianza en Botella, Envasado y Almacén en la superior, de 6,5 m.
Estos espacios comparten cualidades: estructura ordenada y modulada para su mayor aprovechamiento y versatilidad, ventilación cruzada natural y control de constantes. El color gris humo de paredes y techos y la luz indirecta que matiza la estructura, proporcionan el ambiente sereno y reposado adecuado para el vino.
Para llegar a la bodega hay que ascender por una sinuosa carretera que pertenece a la finca y después conducir por una pista de tierra entre las viñas. Un recorrido que parece pensado específicamente para los visitantes, ya que el “edificio social”, en el que son recibidos, está en realidad muy próximo al “edificio de oficinas”, que tiene un acceso mucho más directo. Desde el edificio social se inicia el recorrido de visita a la bodega, sinuoso, que tiene su punto culminante en la visita a la nave de Crianza en Barrica, un vacío de grandes dimensiones, flanqueado por la sala de Crianza en Botella, que se recorre a través de una pasarela que desciende hasta las barricas y vuelve a subir hacia una terraza sobre el paisaje. Esta parte es la más bella visualmente de la bodega.
Encajado en una vaguada existente en el terreno original, el edificio de la Bodega Juan Alcorta aparece tan solo como una gran cubierta horizontal que prolonga la plantación de viñedo y un largo muro rojizo cerrando el desnivel. Esta operación de ocultación, apoyada en una singular utilización de los prefabricados de hormigón, pone al edificio en relación con la escala del paisaje.
Datos impresionantes

Nos encontramos con una de las bodegas más grandes de Europa:

  • 38.000 m2 de superficie
  • salas de hasta 16 metros de altura
  • 327 depósitos de acero con una capacidad total de 30 millones de litros
  • 70.000 barricas de roble americano y francés reunidas en un único espacio
  • un botellero de seis millones de unidades.
  • Todo ello para producir cada año unos 20 millones de litros de vinos de crianza, reserva y gran reserva, con las marcas Campo Viejo, Alcorta, Azpilicueta y Marqués de Villamagna.

Enología

Las instalaciones incluyen también cuatro comedores de diversas capacidades, cocina, sala de catas, sala de usos múltiples, enotienda y bar de vinos, en el que concluyen las visitas guiadas con la degustación de una copa de tinto crianza.

 Premios
  • 2003 – Premio «Best of»  Internacional a la Mejor Arquitectura
  • 2004 – Mención especial en los premios FAD
  • 2005 – Mención especial en los premios CONSTRUMAT
  • 2008 – Premio de Arquitectura AIT al Mejor Establecimiento Vitivinícola
  • 2008 – Premio ‘Best of’ Al Mejor Servicio Nacional de Turismo Vitivinícola
  • 2011   – Premio ‘Best of’ de Prácticas Sostenibles dentro del Premio Internacional de Turismo Vitivinícola

Colaboradora 2