Reflexiones de un sumiller viajero. Un breve resumen de mi año y de mis amigos.

Purificados de mil años de tristeza,

¡bebamos juntos cien jarras de vino!

¡Ah¡ ¡Qué agradable conversar toda la noche!

¡La luna espléndida no nos deja dormir!

Ebrios, recostados sobre la montaña vacía,

Nos cubrirá el cielo amigo y la tierra será

Nuestro lecho.

Li Bai, 701-762, de la dinastía Tang, está considerado como uno de los más grandes poetas de la literatura China.

Este año he escrito menos. Durante la historia del blog, lo normal era hacer algo menos de un post por semana, dando una media de unos 50 post al año. Sin embargo, en 2019 apenas he llegado a los 30. También la temática ha cambiado un poco. Al principio, todos los artículos eran sobre vino, o el vino era el tema principal. Es tan fácil obsesionarse con el fermentado de uva que no dejaba sitio a lo demás. Poco a poco el blog se fue haciendo más literario. Obviamente estaba aprendiendo a escribir (no quiero decir que ahora lo haga bien, sino que antes lo hacia francamente mal), y me gusta contar las cosas que me interesan en cada momento. Poco a poco han aparecido nuevos temas, la mayoría relacionados con el universo de trabajo de un sumiller en el restaurante. Los más exitosos post de este año han sido el dedicado a la destilación y otro dedicado al sake. He escrito sobre el café (quizá el más maltratado de todos los productos gastronómicos) y el té. Hice un experimento muy interesante en el restaurante de una estrella Michelín La Lobita, donde enfrentamos, plato a plato, una cerveza con un vino a ver cual maridaba mejor (el resultado final fue una auténtica sorpresa). La cerveza pasa a formar parte central del disfrute gastronómico.

Esta año ha estado lleno de acontecimientos. He de confesar que he escamoteado alguno a mis lectores (a ustedes). He rodado un programa piloto sobre vinos para la televisión (en este momento esta en proceso de montaje), he dado una cata para un grupo de “somm” en New York (sin falsa humildad he de decir que fue bastante exitosa), he hecho una performance con bebidas alcohólicas en Taipei en una comunidad de artistas internacionales (sin falsa modestia he de decir que fue un auténtico desastre). En la Semana del Cómic de Santander di una conferencia sobre la historia del cómic gastronómico. Ninguno de estos eventos ha sido recogido por escrito (no he sabido como abordarlos para hacerlos interesantes).

Quizá lo más divertido fue mi viaje a Mexico a la boda de una amiga. Mi regalo fue una cata de vinos para la novia y los invitados. Mis amigos y yo acarreamos las botellas en nuestras maletas hasta DF. La selección era buena. Pero, tal y como me dijo la novia, dar una cata no iba a ser fácil. Una boda mexicana es tal y como cuenta la leyenda, tres días sin parar de beber todo tipo de licores y bebidas alcoholizadas. Era imposible reunir una cantidad mínima de personas interesadas en beber despacio, prestando atención en silencio. El último día abrí alguna de las botellas y nos las bebimos en la playa, mirando el Pacífico, con un selecto grupo de personas que incluían a los novios y a mis amigos (posteriormente y, por primera, vez me bañé en el inmenso océano). Fue un momento de esos que no se olvidan.

Pero sin duda, el momento álgido del año fue el Campeonato de España de Mejor Sumiller, donde mi amigo, (ex) alumno y killer a tiempo completo Diego Gonzalez Barbolla, me gano por segunda vez en menos de un mes para proclamarse campeón de España. La derrota no fue amarga. Mi equipo, el grupo de sumilleres que representaba a Cold Town (mi pequeña ciudad), consiguió meter a dos competidores en la final, por delante de las grandes ciudades y del resto de competidores, muchos de ellos sumilleres reconocidos de restaurantes con estrellas. Levantar el brazo de mi joven amigo ha sido lo más grande que he hecho este año. Nos ganó porque fue el mejor. Y porque tiene el talento, el carácter y la capacidad de trabajo necesarias para imponerse al resto de competidores (y ese instinto depredador que le hace dar lo mejor de si mismo en los momentos importantes). Si sigue está línea, su destino es ser el líder de una nueva generación de sumilleres, trabajadores y profesionales que, con un poco de suerte, se impondrán en las salas de los restaurantes, aumentando la calidad del servicio de hostelería. Unos días después, dimos una cata en su pueblo. Fue elegido hijo predilecto o algo así (pocos pueblos tienen un campeón de España). Dimos vinos y los servimos mientras contábamos historias o poníamos canciones. Según lo que estemos oyendo, el vino sabe diferente.

He dejado pare el final la actividad más importante del año, el evento benéfico que organizamos para recaudar dinero para la ONG Nuevo Futuro. Todos los años organizamos una especie de degustación de vino (al menos eso era al principio, aunque realmente ahora no lo es) en la que mezclamos diferentes disciplinas artísticas. Al finalizar este año no podía estar más contento. Mi labor de presentador/catador/showman es cada vez menos relevante, tomando el relevo los artistas. Este año estaba dedicado al baile. Grupos de jóvenes bailarines se mezclaban con la música del técnico de sonido/disjockey/músico, mientras nuestros grafiteros favoritos pintaban al ritmo de las extraordinarias interpretaciones de nuestro cuarteto de cuerda. La mayoría de los participantes tenían menos de 25, demostrando que la juventud se implica si se les da la oportunidad (ninguno de los participantes cobra nada, tanto el trabajo como el vino y la comida son donados de forma altruista). Para mi, ha sido el más completo de los eventos organizados hasta la fecha y el que más me ha gustado. Por lo general, al acabar nos abrazamos los participantes, salimos a tomar algo y empezamos a pensar en ideas para el año que viene. Esta año no se nos ha ocurrido nada, y me da algo de miedo que hayamos hecho algo tan bonito que no podamos repetirlo.

Y así se ha pasado el año. Me siento en el ordenador y se lo cuento, sin estar muy seguro de si es interesante lo que escribo. Pero ustedes son mis lectores, y me gusta pensar que les importa/les hace gracia/piensan que es una forma divertida de acercarse al mundo del vino mientras les cuento mi vida.

Hace un par de años publiqué un libro. Muchos me preguntan como va el siguiente. Siendo sincero, empecé a escribirlo en año pasado en Sicilia (siempre mola leer el los libros, al final, donde se ha empezado a escribir y donde se ha terminado, hace pensar del escritor que es un tío viajado; por eso lo empece allí). Escribí unas 40 páginas, de las que he perdido la mitad (ya sé que hay que guardar todo lo que se escribe cada día; pero si lo hiciera, no sería yo), por lo tanto, no sé si lo escribiré, no hay segunda parte de momento. Si quieren ayudar a un escritor novel pueden comprar mi primer libro “Diario Líquido, el vino el amor y todo lo demás”. Las personas que lo han leído me dicen que les ha gustado (que me van a decir), y puede ser un buen regalo para estos Reyes Magos.

Los tres mejores momentos del año.

1º La final del Campeonato de España de Mejor Sumiller.

El protocolo del concurso presenta a los diez finalistas, los participantes con los diez mejores exámenes. Van diciendo los nombres y, uno a uno, van subiendo casi todos mis amigos. Uno de ellos es Diego, otro soy yo. Una vez en el escenario, dicen el número de los tres finalistas (para evitar ningún tipo de sospecha el examen va con un número secreto que nadie conoce). Dicen mi número el primero, estoy en la final. Me acompañan Davide y Diego.

Me dicen que la final fue competida. Yo no vi a Diego (actué en segundo lugar) y si vi a Davide. Estuvo impresionante, profesional, tranquilo, super elegante. Su actuación fue absolutamente brillante y, probablemente, sin no ganó, fue por que tuvo un pequeño fallo al final.

Llega el momento de la entrega de premios. Primero dicen el nombre del tercer clasificado, el mío. Luego el del segundo, Davide. Diego se tapa la cara y vive un momento inolvidable, de los que quedan en el recuerdo toda la vida, el segundo en el que sabes que has ganado. Sube a lo alto del cajón a recoger el premio. Le agarro el brazo y se lo levanto. Es el ganador, que lo vea todo el mundo. Hemos estado estudiando, discutiendo y compartiendo apuntes y conocimientos durante un año. Hemos hablado por teléfono más que las parejas de novios más ardorosas. Nos hemos enfrentado varias veces a lo largo de los años y, de corazón, nos hemos alegrado de los éxitos del otro. Somos un equipo. Es cierto que en el momento sientes una pequeña punzada cuando no dicen tu nombre el último. Pero también lo es que la alegría de ver ganar a uno de los tuyos compensa la decepción.

Volveré el año que viene, ya os lo aviso.

2º Evening “Una tarde en Paris”, en el Dream Comunity, Tapei.

Gracias al grupo de amigos que yo llamo “mis artistas”, conocí un proyecto artístico en Taipei (capital de Taiwan) llamado Dream Comunity. Es una fundación que aloja a artistas de distintas disciplinas que trabajan como voluntarios desarrollando proyectos artísticos. Mis amigos encontraron la fundación, desarrollaron un proyecto, lo presentaron a los directores del centro y, cuando fue aceptado, compraron los billetes de avión y se fueron felices rumbo a una nueva aventura. El resultado fue un mural magnífico y un mes de auténtica diversión. A la vuelta me contaban sus aventuras y, aunque disfrutaba con ellos de corazón, algo parecido a una envidia insana empezaba a crecer dentro de mí. Tres meses después, volvieron a Taipei con un nuevo proyecto y continuar conociendo el fascinante país. Durante este tiempo yo les preguntaba si podía hacer algo para que me admitieran en el Dream Comunity. Ellos afirmaban que era sencillo, pero claro, ellos son artistas, mientras que lo único que yo hago bien es beber.

Después de mucho pensar, compartí con ellos una idea. ¿Qué tal si hago una cata de licores, mientras recreamos una terraza parisina? Todos los artistas del Dream Comunity podrían actuar como artistas callejeros mientras yo sirvo las bebidas. A todos les pareció bien, así que presente el proyecto.

Para mi sorpresa, fue aceptado. De hecho pedí tres semanas de alojamiento y comida a cambio de dos horas de actuación, y me dieron el OK. En octubre cargué mi maleta de bebidas (pueden introducirse en el país legalmente hasta 10 litros de alcohol), me aseguré de llevar el pasaporte y me embarque hacia el lejano oriente. Las semanas siguientes iban a ser espectaculares.

El Dream Comunity es un condominio de dos edificios de catorce plantas. Uno es un museo donde trabajan los artistas (aunque los artistas en realidad intervienen también en el otro edificio y en la entrada) y en el otro viven los artistas. Es tan excepcionalmente bonito y diferente, que es difícil de definir si no se ha visto. Es un museo que crece y muta cada día con el trabajo de los voluntarios de todo el mundo.

El ambiente es de locura creativa, con muchos momentos para compartir ideas, experiencias y salir de fiesta. Es como volver a la universidad, pero sin ir a clase. Después del trabajo todos quieren salir a dar una vuelta o preparar algo de picar y ver una peli. Las conversaciones son principalmente sobre arte. Todos visten de forma estrafalaria y original, muy modernos, haciendo sentir al pobre habitante de Cold Town un señor de provincias. Solo tenía que trabajar un día, y preparar una cata es relativamente sencillo. El tiempo lo dediqué a visitar museos, andar por la ciudad y tomar café (Taipei es el sitio donde están los mejores baristas del mundo) y té. La comida callejera, la de los puestos de los mercados, es indescriptible. Nunca he comido mejor.

Llegó el gran día. Al principio estaba un poco asustado por si era un fracaso de asistencia, pero había 15 personas apuntada y yo me conformaba. Había advertido varias veces que el aforo máximo no podía superar los 25 asistentes, puesto que la comida y la bebida eran limitadas. Se presentaron 42 personas. Según parece, y yo no me enteré hasta el último día, la cata había causado una gran expectación y mucha gente llevaba meses esperando que llegara. Dar alcohol siempre triunfa.

Podrán imaginarse el desastre. Los invitados no cabían. Mientras mis camareros buscaban sillas, vajilla, hielo, yo hablaba, servía, presentaba. Los licores no llegaban y tuvimos que echar agua. Había hecho una sopa de cebolla típica francesa, pero solo tenía 30 platos. El horror, el horror.

Al acabar la función todo el mundo me felicito. Artistas de otros países hacían cola para hacerse fotos conmigo. La dirección me invito a volver y hacer otra actuación el próximo año. Los invitados y organizadores se fueron y me quede con mi equipo. Ellos salvaron la actuación. Para recompensarles abrí las dos últimas botellas de vino que me quedaban y nos las bebimos sobre las ruinas, todavía humeantes, de mi lastimosa actuación.

3º Acabar el rodaje del capítulo piloto en Villalmanzo, en la bodega de mi amiga Ana, Bodegas Sierra.

Rodar un programa de televisión tiene muy poco glamour. Al principio es muy chulo, todo esta en el aire y no son mas que ideas que surgen y se comentan. Pero cuando llega el momento de sacar la cámaras y rodar, la cosa cambia. Todo ha de ser milimétrico, las tomas se repiten una y otra vez, haces un montón de kilómetros en el coche, comes bocadillos y llegas reventado a dormir, para repetir al día siguiente más o menos la misma rutina. Y siempre hay incidentes, pequeños o grandes inconvenientes que hay que resolver. Nuestro rodaje fue especialmente accidentado, pero gracias al talento y profesionalidad de mis compañeros salió adelante. El final del capítulo era en la bodega de mi amiga Ana. Ella y su familia son propietarios de Bodegas Sierra, en la DO Arlanza. El tema del capítulo va sobre las denominaciones de origen y, para mi, la DO Arlanza es una de las más interesantes. Acabar comiendo cordero con vino del Arlanza, sacando las conclusiones con mi amigo y copresentador Guillermo Cruz, fue un momento de luz. Habíamos sacado adelante un proyecto difícil. Gracias a Hernán y Javier (técnico de cámara y realizador, además de productores), por contar conmigo y por vuestro gran trabajo, a Tomas, el técnico de sonido, por ser tan simpático y optimista, a Ana y su familia por acogernos en su casa y a Guille por su innata cordialidad. Esperemos que esto florezca y os pueda recompensar de alguna manera por todo lo que me habéis dado.

Y a ustedes muchas gracias por leerme. Nada existe sin el público, lo que les convierte en la pieza clave de cualquier propuesta. Les deseo un feliz año nuevo, cargado de proyectos y de novedades, de éxitos y de buenos momentos. Nos vemos pronto.

Y no olviden que un libro es siempre un buen regalo.

TERROARISTA