Los Padres fundadores y su especial atracción por el vino. Thomas Jefferson Parte III (y última).
We could in the United States make as great a variety of wines as are made in Europe, not exactly of the same kinds, but doubtless as good. Thomas Jefferson (luego veremos que esta frase no es del todo cierta). Nosotros podríamos en EEUU hacer una gran variedad de vino como hacen en Europa, no exactamente iguales, pero sin duda igual de buenos.
Hemos comprobado en los artículos anteriores que a los Padres Fundadores, el grupo de hombres que consiguieron la independencia y escribieron la primera constitución de los EEUU, les gustaba mucho el vino, principalmente el francés, si eran capaces de conseguirlo en aquellos tiempos en los que Norteamérica era una colonia inglesa. El más notorio catador de todos ellos y, sin duda, el primer gran conocedor de vinos de todo el continente americano, es Thomas Jefferson, el tercer presidente de los EEUU.
En 1784, a la edad de 41 años, Thomas Jefferson aceptó trasladarse a París como Ministro Plenipotenciario de la incipiente nación americana. Al llegar, contactó inmediatamente con Benjamin Franklin, que llevaba residiendo unos años en París como embajador. Desde el primer momento mostró un gran entusiasmo con la soberbia bodega del embajador. Varias veces por semana Thomas acudía, junto con John Adams (que llegaría a ser presidente, el segundo) a casa de Franklin a abrir unas cuantas botellas de vino. Mi cuñado es estadounidense y opina que a lo mejor quedaban para desarrollar planes para el desarrollo de políticas internacionales beneficiosas para el nuevo estado, pero yo no estoy tan seguro. Hablar podían hacerlo en cualquier bistrot, la comida sería de calidad, pero sin la magnífica bodega del embajador. Jefferson afirmaba que fue en la casa de Franklin donde aprendió a reconocer la esencia del gran vino.
Los siguientes años los dedicó a viajar anónimamente por las grandes zonas productoras de vino de Francia, Italia y Alemania, degustando los vinos y elaborando detalladas notas de cata. Sus cuadernos nos conducen por las rutas de las zonas elaboradoras más prestigiosas y de sus viñedos, alabados por su gran belleza. En sus notas, el vino es un personaje vinculado al paisaje y la tradición. En su afán de búsqueda, no solo visitó las grandes zonas francesas, Burdeos, Borgoña y Champagne, sino que fue más al sur, visitando la región del Ródano, el Languedoc y otras zonas fuera de Francia, como el Piamonte y la Toscana en Italia, el valle del Rhin en Alemania y Oporto en Portugal. Después de probar miles de vinos afirmó que un vino blanco del Ródano norte era “the first wine in the world without a single exception” (el primer vino del mundo sin ninguna excepción). Se refería al vino elaborado por M. Jourdan en Tain-l´Hermitage, que tenía, según el propio viticultor, “un peu de la liqueur” y que Jefferson definía como sedoso, suave y fluido. Los viñedos de donde procedían las uvas para elaborar el vino hoy pertenecen a Chapoutier y con ellas elabora el vino Chante-Aoulette. En su etapa presidencial importaba de forma regular vinos para rellenar la bodega de la Casa del Presidente.
Fue un avanzado de su tiempo (me refiero exclusivamente al vino). Compraba directamente a los elaboradores y les pedía encarecidamente que embotellaran los vinos recién adquiridos. Había descubierto que los intermediarios de Burdeos solían mezclar el vino, después de vendido a los clientes, algunas veces con brandy (otras quizá con agua) y el comprador nunca podía estar seguro de lo que recibía. Más aun, si el envío se producía en barrica o en barril, existía el riesgo de que los marineros bebieran parte del líquido y lo rellenaran con cualquier producto de origen desconocido, provocando además oxidaciones no deseadas. La única solución era que le vino fuera embotellado en el proprio “Château” (significa “bodega elaboradora rodeada de viñedos” cuando hablamos de vino y suele hacer referencia a los grandes châteaux de Burdeos).
La botella de vino más cara de la historia fue vendida el día 5 de diciembre de 1985 en una subasta realizada en Christie´s por 187.000 dólares. El comprador es un conocido (y rico) coleccionista americano. En realidad, estaba comprando un trozo de historia. La botella era un Château Lafite de 1987, perteneciente a la bodega de Thomas Jefferson. Tallado en el cristal de la botella aparece el nombre del prestigioso château y justo debajo, también tallado en el vidrio, las iniciales del presidente T.H. (Nota del autor: es difícil establecer cual es la botella más cara de vino de la historia; hay diferentes tamaños de botella o pueden ir embaladas en obras de arte, etc. Pero como botella de vino de tamaño corriente, 75 centilitros, la botella T.H. es la más cara jamás vendida).
¿Es posible que quede alguna botella de Thomas Jefferson? Ya sabemos que Jefferson compraba las botellas directamente a los productores y pedía que fueran embotelladas para él. Quizá pusieran sus iniciales en las etiquetas, al fin y al cabo era un político muy poderoso y rico. Existe constancia documental de un pedido de 250 botellas de Château Lafite y 125 botellas de Château Haut-Brion en 1788. Jefferson fue llamado de vuelta para ocupar el puesto de secretario de estado en 1789. Con el caos de la Revolución Francesa algunas botellas que debían ser enviadas se extraviaron.
En 1985 se hizo un descubrimiento extraordinario. Hardy Rodenstock, magnate promotor de música y conocido coleccionista, encontró un tesoro en París. Un informante anónimo le condujo hasta una bodega tapiada durante la guerra para proteger su contenido de los nazis. En su interior encontró unas 100 botellas de vino antiguo. El premio gordo fueron las veinticuatro botellas con las iniciales T.J. Incluían Lafite, Margaux, Yquem y Branne-Mouton. Algunas botellas fueron consumidas por el magnate, pero la mayoría fueron vendidas por precios desorbitados.
Pronto estalló el escándalo. El rico magnate que había comprado un (carísimo) pedazo de historia quiso exhibir su trofeo recién conquistado en un museo. Los directores del museo le preguntaron sobre la autenticidad de la reliquia. Al intentar autentificar la procedencia y datar su año de producción se descubrió que las iniciales T.J., grabadas con tanto esmero en el vidrio de la botella, habían sido realizadas con un torno de dentista, inexistente en aquellos tiempo. Sin duda eran una falsificación. De hecho, no se puede saber si son anteriores a la segunda guerra mundial. (Para más información recomiendo leer “The Billonaire´s Vinegar”, un apasionante relato sobre la botella más cara del mundo, como se desveló que era una falsificación y del escándalo del vino falsificado).
Thomas Jefferson aparece en los billetes de dos dólares. Los billetes de dos dólares son muy escasos y difíciles de encontrar. Los americanos creen que traen buena suerte y cuando encuentran uno se lo quedan. Quisiera acabar con una frase de Jefferson, de cuando vivía en Monticello, su residencia, hoy convertida en monumento, y en donde mantenía la mejor bodega del continente.
En 1816 escribió: Para el presente me limito a la necesidad física de un buen Montepulciano …, siendo este mi vino favorito, y la costumbre ha hecho que los vinos ligeros y de alto sabor sean necesarios para mi vida «. Jefferson había importado esto vino tinto toscano como presidente y había declarado un envío de 1805 «superlativamente bueno». Sin haber probado tanto ni tener un paladar tan exquisito como el tercer presidente, comparto su opinión; Hermitage y Montepulciano son vinos necesarios para la vida.