¿Por qué bebemos vino?

«I think there’s a reason why wine figures into so many religions. There’s something transcendent about it. It’s sort of the way that music is more than the sum of its parts. You have all these elements that make up the terroir that wine can communicate».  Maynard James Keenan, cantante de los grupos Tool, A Perfect Circle y Puscifer.  También es viticultor, entre otras muchas cosas. Creo que hay una razón por la que el vino aparece en tantas religiones. Hay algo trascendental en él. Es más o menos como la música es más que la suma de sus componentes. Tiene todos los elementos que conforman el terroir que el vino puede comunicar.

El protagonista del documental “Blood into Wine” es Maynard Keenan, un famosísimo cantante de rock. Un día tuvo una visión o una ensoñación (quizá solo pasaba por allí por casualidad, nunca se sabe con las estrellas) y se visualizo elaborando vinos en Arizona, cerca de un pueblo perdido llamado Jerome. Al decir Arizona nos imaginamos a curtidos vaqueros llenos de polvo en los inmensos espacios vacíos, planicies sin fin cubiertas de arena y cactus, y desfiladeros rocosos donde aguardan los forajidos. En las duras laderas donde crecen las viñas de Maynard, el mítico jefe indio Gerónimo, declaró la guerra al gobierno de los Estados Unidos y libró alguna batalla. El terreno es tan inhóspito y extremo, que la NASA realizo experimentos secreto antes de mandar los vehículos a Marte, por el parecido geológico (por favor, no divulguen esta información, está clasificada).

Maynard llegó a Verde Valley a principios de lo noventa y se enamoro de la ancestral naturaleza casi intacta por el paso de los siglos. Decidió plantar viñas. Primero recurrió a su intuición, es un hombre cuya intuición le ha hecho rico y famoso, pero pronto se dio cuenta de que no era suficiente, necesitaba ayuda. Busco en los alrededores y, para su sorpresa, había un par de viticultores en la zona. Un joven del lugar, Eric Glomsky, fue invitado a colaborar en la plantación y elaboración del vino. Desde entonces trabajan juntos, como a Eric le gusta decir, en la frontera. Controlan todo el proceso de producción y su intención es hacer algo diferente, donde nunca nadie lo había intentado.

Siempre nos sorprende cuando un artista o un deportista abandona su disciplina para intentar otra actividad completamente alejada de lo que él conoce y domina. Siempre estamos un poco escépticos y pensamos que es el capricho de una persona que ha perdido perspectiva por la admiración incondicional del público y, siempre y sin excepción, esperamos un completo fracaso. Sin embargo ver a Maynard pasearse entre las viñas y mirarlas con amor; oír como explica la mortandad de sus plantas por el frío, por la sequía, por las plagas; escucharle presentando sus vinos, hablando de ellos, reconociendo que todavía no sabe, es tan tierno y sincero que confías en él. Yo tengo ganas de probar sus vinos.

El documental es muy divertido y muy recomendable no solo para amantes del vino y de la música, sino para todos los que les guste ver una buena película. Justo al principio, uno de los directores hace la siguiente pregunta a Maynard- ¿por qué crees tu que la gente bebe vino? Nuestra estrella del rock da una respuesta bastante incomprensible, en la que mezcla a la supermodelo Milla Jovovich en la película “El Quinto Elemento”, la complejidad del ADN, la capacidad de la uva expresar la complejidad de la tierra y la creación del Ser Supremo.

La pregunta me parece muy interesante y sin una respuesta clara, aparte de la obvia (si la respuesta obvia es porque está bueno). Me gustó tanto que se la he planteado a varios de mis conocidos, todos reconocidos bebedores, y las respuestas han sido de lo más variadas. La ganadora hasta el momento me la dio una gran amiga; “bebemos vino por que nos pone cachondos” (no sé si podemos usar esta palabra en una publicación seria; si no podemos utilizarla por razones de buen gusto, cámbienla por “por que nos excita”).

No me parece una pregunta irrelevante. Si echan un vistazo a estos últimos días, verán que han bebido mucho más vino (acabamos de terminar el confinamiento y las cifras de venta en supermercado han aumentado considerablemente). En este tiempo sin salir de casa he celebrado varios cumpleaños (el propio y el de algunos amigos). También he brindado con mi madre en su día (el primer domingo de mayo; incluso hubo flores de un árbol de lilas del jardín). He quedado varias veces a cenar con amigos, he celebrado catas con mis compañeros sumilleres (y con otras personas con ganas de beber) y hemos organizado quedadas de vino donde cada uno contaba una historia de lo que estaba bebiendo, mientras bebíamos (sin) moderación. Todo esto ocurrió al abrigo de las nuevas tecnologías. ¡Tuve más contacto con mis amigos que cuando podía salir de casa!

Casi desde el principio de nuestra historia (y no me refiero solo a la personal, en la que hay una misa y una gran celebración de presentación en sociedad, donde la fabulosa bebida ocupa un lugar principal, sino también a al historia que nos atañe a todos, la que estudiamos en los libros, y en la que vemos que no podemos imaginarnos una gran celebración sin un buen vino encima de la mesa, ni un brindis sin burbujas. Bebemos vino por que lo bebían nuestros ancestros en las grandes fiestas y seguimos la tradición; bebemos vino por que está rico y por que nos pone felices; bebemos vino por que, como decía mi amiga, excita nuestra imaginación, mejora nuestra capacidad de relacionarnos, nos hace más accesibles y divertidos. Bebemos vino por que nos quita las penas, por que por lo general es un acto que se comparte y te pone en contacto con los demás. En verdad, abre una puerta oculta que te permite ver más allá, signifique lo que signifique el más allá para cada uno de nosotros, poniéndonos en contacto con otras culturas, con la tierra, con entidades divinas.

Hablamos solo de eso, de mosto de uva fermentado, de la sangre de una fruta.

TERROARISTA