Rutas de Supervivencia en Manhattan, bares de vinos en New York.

«New York is an ugly city, a dirty city. Its climate is a scandal, its politics are used to frighten children, its traffic is madness, its competition is murderous. But there is one thing about it: Once you have lived in New York and it has become your home, no place else is good enough», John Steinbeck, ganador del Premio Nobel, escribió «Las uvas de la ira». Nueva York es una ciudad fea, una ciudad sucia. Su clima es escandaloso, su política se utiliza para asustar a los niños, su tráfico es de locos, su competencia es asesina. Pero hay una cosa sobre ella: una vez que has vivido en Nueva York y se ha convertido en tu casa, ningún otro lugar es suficientemente bueno.

Es probable que Nueva York sea la ciudad más divertida del mundo o, por lo menos, es la ciudad más divertida que yo he visitado. Quizá sea esta edad, ya algo mayor, en que lo más importante no es salir hasta el amanecer, sino encontrar otro tipo de estímulos (me refiero sobre todo a arte y arquitectura, no piensen ustedes mal), aunque sin duda hay una abundante oferta para los amantes de la noche. Al mismo tiempo es el destino más importante del planeta en cuanto a consumo de vinos se refiere (junto con Las Vegas y, probablemente, Londres). En mi viaje tengo la suerte de estar acompañado por una auténtica neoyorquina. Como ella dice, “de la república de New York”.

Conocí a Lana en un viaje de periodistas de vino. Es culta, inteligente y graciosa, pronto nos hicimos buenos amigos. Ha escrito para un gran número de periódicos (en la actualidad escribe para el New York Times y para la revista Forbes). Durante un tiempo, su trabajo consistía en recorrer los barrios de la ciudad y escribir sobre ellos. Conoce New York como la palma de su mano. Con ella he visto la comunidad ultra ortodoxa judía en Brookiln, el barrio chino (el de verdad, no el de Down Town donde van los turistas), las largas esperas en el impredecible y misterioso “subway” (el metro) y la vida cotidiana en un barrio dominicano de la gran ciudad. He tenido la suerte de asistir a una cena de “Thansgivin” (acción de gracias) en una familia americana. Al día siguiente me he dejado arrastrar por las exaltadas multitudes, empujándonos en compras alocadas en las más conocidas tiendas de la Gran Manzana. He visitado el Metropolitan Museum y el Moma en días inclementes, donde la lluvia y la nieve conquistaban cada rincón en el gélido otoño. En fin, lo que hace el turista si tiene la gran suerte de estar aquí.

Una parte importante de este viaje ha sido el vino. Lana es invitada, casi cada día, a degustaciones de vino. Muchos de sus amigos son sumilleres o personas relacionadas con el negocio del vino; por lo tanto, cada día, hemos abierto una o varias botellas de vino, hemos asistido a presentaciones de vinos en buenos restaurantes o nos hemos dejado seducir por las sugerencias de los más conocidos Wine Bars en Manhattan. Después de visitar alguno, y de preguntar a los expertos “newyorkers” cuales son los mejores, estas son mis propuestas.

Ruta de supervivencia en Manhattan, New York.

Para los amantes del vino, la ciudad de New York es un destino inigualabre. Decenas de tiendas venden vino en casi cualquier esquina. Los mejores restaurantes esconden las mejores cartas de vinos y la oferta del preciado líquido por copas es inabarcable. Los Wine Bars están diseñados para el confort, para que el cliente se olvide del estrés del día y se relaje con una buena copa de vino. El personal es extremadamente profesional. Siempre van elegantemente vestidos, están muy atentos a las necesidades de los clientes y son muy amables. Quizá sea porque viven de las propinas. La parte negativa de esta preciosa historia de amor con la ciudad y sus bares es el precio de los vinos. Beber vino en los bares y restaurantes de Manhattan es muy, pero que muy, caro. En Manhattan el precio de los alquileres es altísimos, y la materia prima, debido al transporte y el paso por varias manos distribuidoras, también lo es.

Una copa de vino suele costar entre 15 y 25 dólares los más baratos. A este precio hay que añadir los impuestos y un 20% de propina. En algún restaurante, sobre todo en los más reputados, suele aparecer en importe de la propina detallado en la factura. También suele aparecer directamente en la factura cuando es un evento con un gran número de invitados (18%). Por lo general, la propina no aparece en la factura, pero es una obligación moral dejar el 20% del importe total. Nadie duda que el servicio hay que pagarlo. En algún caso, si se te olvida dejar propina, el camarero te pregunta si no vas a dejar nada por el servicio. A mí me paso el primer día, no sabía la norma, y recogí mi vuelta. El camarero me pregunto por el servicio y desde entonces sé que hay que dejar el 20 %. Existe una excepción; si el servicio ha sido muy malo, puedes explicar al camarero que no dejas nada porque no te ha gustado como te ha tratado.

Factura a la que hay que añadir la propina, 15 box.

Así pues, cuatro vinos más las tasas más la propina, en un bonito bar de Manhattan, cuestan 85 dólares. Es lo que me cobraron a mí (dejo una foto con la factura y el montón de dólares) en el Wine Bar Aldo Sohm. Parece una gran cantidad de dinaro si no es usted muy rico. En realidad, es un precio absurdo, al menos en el resto del mundo. Pero estamos en Nueva York, y la Gran Manzana se rige por otras normas y, si quiere darse un capricho, hay que pagarlo. El servicio, el entorno y la oferta de vinos hacen que merezca la pena.

En las tiendas de vino la oferta es muy buena y a un precio muy cercano, en algunos casos incluso mejor, que en España. Si de verdad quiere disfrutar de una buena botella, no es mala opción comprarla y degustarla tranquilamente en el apartamento o el hotel, protegido del viento helado, mientras las luces brillan sin fin bajo el cielo de acero.

Mejores Wine Bars.

Terroir, Italian Wine Bar in Tribeca. Regentado por el conocido sommelier Paul Grieco, es el bar de vinos que hay que visitar. La lista es enorme, y se pueden elegir los vinos por medias copas, con la cual se pueden probar muchos más. Por lo general vienen acompañados por una buena explicación, pero si quieres hacer preguntas están dispuestos a responder con agrado. La comida también es bastante buena. Un lugar legendario.

Terre, Italian in Park Slope. Los locos de los vinos naturales vienen en peregrinación a Terre. Más de 100 vinos naturales por copas. Los camareros siempre están dispuestos a echar una mano en el momento de la elección. También proponen varios tipos de degustaciones (pero la verdad no sé muy bien como funcionan). Una tabla de embutidos siempre ayuda al caminante cansado. Muy bueno.

Rufian French Wine Bar in East Village. Más vinos naturales para los amantes de los vinos frikis. En Rufian tienen más de 250 tipos de vinos sin sulfitos, la mayoría europeos. Ofrecen catas de vinos naranjas y otras rarezas. Muy recomendable para los naturalistas.

City Vineyard genialmente emplazado en al zona de Tribeca, una de las más interesantes de la ciudad, a muy pocos metros de Terroir. Es algo más barato, la oferta de vinos es interesante y, lo mejor de todo, son las magníficas vistas sobre el río Hudson. Una gran terraza sobre el tejado es uno de los mejores lugares para hacer un descanso. Muy recomendable.

Ardesia Wine Bar in Hell´s Kitchen. Solo por acudir a este barrio que aparece en todas las películas setenteras de New York merece la pena visitar el barrio. Ahora es más turístico que peligroso (en Manhattan puede ir por cualquier parte y, salvo Harlem por la noche, estar bastante tranquilo). Es un lugar tranquilo, con unos 100 vinos. Curioso. 

Anfora in West Village. La oferta de vinos por copas es destacada, pero lo mejor es ir con un grupo de amigos, pedirse una tabla de queso y elegir una botella de la amplia carta. Bar recomendado por Lana.

La Compagnie de Vins Surnaturels, French Wine Bar, Little Italy. Little Italy está desapareciendo por el empuje del Barrio Chino (turístico). Son colindantes, y la venta de falsificaciones y recuerdos tiene más gancho que la poco tradicional comida italiana. Pero como es seguro que va a visitar los restaurantes donde, según cuentan todas las leyendas locales, morían acribillados los gángsteres más populares, le va a venir bien un lugar donde tomar un descanso. Encontrara unos 25 vinos por copas. Es conveniente ir antes de las 18 horas durante la semana o de las 16 en fin de semana, para disfrutar de las Happy Hours. Recomendado Lana.

Aldo Sohm Wine Bar in Midtown. Un precioso bar cerca de todo lo que hay que ver en Midtown (la parte media de la ciudad). A pocos metros la luces de Times Square hacen que no se ponga el sol en Manhattan. El servicio es genial y la selección de vinos extraordinaria. Uno de los mejores de la ciudad.

Amelie French Wine Bar en Greewich Village. El arco del triunfo que sale en todas las películas está a unos escasos 100 metros. Uno de los pocos locales con Happy Hours. Durante estas horas el restaurante está cerrado y el servicio es exclusivo en la barra. Te atiende un sommelier, te da la carta y te ofrece aperitivos fríos. Lo más destacable es la selección de los sommeliers que trabajan allí. Cada uno ha elegido tres vinos y te ofrecen tres medias copas a unos pagables 12 box. Recomendable sin más.

TERROARISTA