Historias con burbujas y otros cuentos. El año 2017.
«¡Por eso te digo que siempre tenemos que tener Champagne en la nevera«, Penny, después de que Sheldon le cuente una de sus locuras en la serie Big Bang Theory.
He terminado mi cuaderno. Desde mi viaje por Italia tengo un cuaderno por año, donde anoto todas las catas, todos los viajes, todas las visitas. A veces se me olvida en casa o me da pereza o cualquier otro accidente asociado a la edad y el decaimiento y no lo llevo conmigo en acontecimientos relevantes. En esos casos tomo mis notas con pulcritud, hago fotos, formo parte integral del evento y, siempre y sin excepción, pierdo esas molestas hojillas garrapateadas y no me acuerdo de nada al día siguiente. Si no está en el cuaderno es como que no ha pasado. Mi diario es mi memoria, y como mi mente, carece de orden o sentido y es un trasto inútil y pesado (en sus dos acepciones). Aun así, es sin duda mi mayor logro del año.
He de reconocer que han pasado cosas.
Las zonas vinícolas. He visitado Ribeiro y he comprobado de primera mano como, con trabajo y dedicación, recuperando variedades autóctonas y apostando por la calidad, se ha convertido en una de las más interesantes de las denominaciones españolas. En Tain l´Hermitage me dieron la última plaza para degustar los deferentes estilos de los vinos de Hermitage y descubrí por que pertenecen a la nobleza de los esquivos grandes vinos del planeta. En Burdeos viví experiencias sorprendentes; fui invitado a dos soirées (a pasar la tarde y cenar) en dos Châteaux diferentes. Un calor sobrecogedor de 40 grados a las 11 de la noche nos obligaba a hidratarnos con lo que tuviéramos más a mano ( vino y Champagne principalmente, no recuerdo haber visto ninguna botella de agua). Asistí a catas históricas, catando sakes viejos (una auténtica rareza, ya que no existen; el padre del actual elaborador guardo unas botellas a ver que pasaba e inventaron el sake envejecido en botella) y caté un vino de Oporto de antes de la guerra (1935). En Champagne alquilamos unas bicicletas y fuimos a perdernos (nos perdimos) entre los viñedos más famosos del planeta. Subimos y bajamos varias veces la Montaña de Reims, una suave colina donde las cepas crean casi de la nada las uvas, cuyo zumo acabara en la copa de algún ricachón. Un mes más tarde paseaba bajo el fantástico sol mediterráneo en el Penedés, el otro lugar mágico de los vinos espumosos. Descubrí los Cavas de Paraje, hice amigos, ratifiqué, como siempre, que Cataluña es un paraíso de sol, mar y montaña. Sus vinos representan a la vanguardia en originalidad y nuevas propuestas.
A nivel personal también ha habido cambios. Hace años empecé a escribir algo parecido a un libro de viajes con vino o un ensayo sobre vinos en un viaje. Al final todo desemboca, inevitablemente, en una especie de novela con vino, amor, y todo lo demás. Un día soñé que estaba escribiendo un libro titulado Diario Líquido. Años más tarde es un objeto real, está publicado, o casi, y lleva por título Diario Líquido. He cumplido, de la forma más literal (y literaria), un sueño. Probablemente lo mejor del libro sea el prólogo, escrito por mi buen amigo y maestro (estoy intentando que sea mi mentor) Paco B. Unas semanas más tarde, el mismo Paco congregó a unos pocos amigos y nos ofreció escribir, todos juntos, dos hojas a la semana sobre vinos en el suplemento de gastronomía del Diario Local. Buscamos un nombre para el grupo y surgió “La Banda de la Sed”. Creo que podría definírsenos como gente que nos gusta beber. Vamos a intentar hacer algo diferente.
En Granada unos grandes amigos han abierto una Galería de Arte (otro sueño cumplido) y desde el primer día me invitaron a ser parte del proyecto. Suburbia nace con interesantes exposiciones, viajes artísticos y reservados encuentros donde el vino y el arte se mezclan, no sé si creando algo nuevo pero sin duda sí algo muy divertido. Mucha suerte Vea y El Científico.
Mi editora, a la que estoy unido mucho más por una vieja amistad que por motivos de negocios, llevaba años diciendo que quería celebrar el día de Acción de Gracias con todos los amigos. Pensé que había mucho que agradecer y me ofrecí a echarle una mano en la organización. Compramos un pavo, hicimos las salsas (gravy, de arándanos, de manzana, puré de patatas…) añadimos los boniatos y terminamos con tarta de manzana. Los invitados aportaron un plato preparado por ellos y, como única exigencia para este año, había que llevar sombrero. Fue divertido, probablemente hayamos creado una nueva tradición.
Y me permitió escribir el discurso que nunca existió. Llevaba años queriendo decir a muchas personas lo importantes que han sido para mi, sin ellas ninguna de las historias que les cuento y que en la actualidad llevan el pomposo nombre de “mi vida” existirían. Ha sido su trabajo, su confianza en mi, su apoyo en los momentos difíciles los que me han aupado a donde he llegado (no muy lejos es verdad, probablemente por falta congénita de talento atribuible exclusivamente a un servidor). Llevo años presentándome a concursos y mis compañeros siempre me patean el culo; son jóvenes, guapos, talentosos, nunca me permitían decir públicamente un discurso que llevaba preparado desde hacía años y al cual no hacía más que añadir nuevos amigos, importantes para mi. Escribí un discurso que nunca existió, que nunca diré, que es poca cosa comparado con el agradecimiento sin fin que tributo a todos ellos.
En noviembre pasé una semana en Épernay con los Ambassadeurs du Champagne. Durante cuatro días visitamos viñedos, nos perdimos por las galerías subterráneas cavadas en la creta, conocimos vignerones, asistimos a clases magistrales y por encima de todo bajamos a las entrañas de Pol Roger, a las húmedas galerías donde duermen esperando su momento millones de botellas. Cumplí el sueño de visitar Krug, la marca mítica; vi las botellas, los depósitos donde reposan los vinos de reserva, la elegancia genuina. Sin embargo, lo más importante fueron, como siempre, las personas que conocí; organizadores, vignerones, incluso nuestro casero, compartimos un par de botellas con él, pero por encima de todo los competidores. Espero que me consideren su amigo, ellos lo son.
El año pasado, en mi post de fin de año, seleccione los tres mejores momentos. Es un reto por que elegir supone comparar y escoger uno por encima de otros, algo claramente injusto. Sin embargo tiene la virtud de obligarte a recordar, a vivir, en la endeble memoria, las sensaciones sentidas hace meses. Es un juego; juguemos a “los mejores momentos”
Los mejores momentos.
- El 16 de junio de 2004 un acontecimiento en apariencia irrelevante, alumbrará, 18 años después, una obra maestra que cambiara para siempre una disciplina artística, influyendo de forma radical (de raíz y en profundidad) en la literatura del siglo XX. Ese día, un joven atildado y algo maniático tuvo su primera cita con una joven camarera de un hotel de Dublín. El encuentro tuvo lugar en la playa de Sandymount, una inmensa extensión de arena en cuyo borde lejano a duras penas se percibe el mar. Pasearon tranquilos. Es probable que el hombre hablara sin parar, tenía una conversación inteligente y divertida, y ella escucharía anonadada al sabio acompañante. Nora, la chica, pronto se casará con el hombre, le seguirá por toda Europa, se llenará de hijos, aguantará borracheras e infidelidades y aguantará todas las manías de un hombre al que algunos llamaban genio. El será profesor; enseñará inglés para ganarse la vida y en sus ratos libres escribirá relatos y novelas. Una de ellas, Ulisses, será considerada por muchos la mejor novela del siglo XX. Ya hemos comentado que todavía faltan 18 años para que aparezca. James Joyce tardo casi dos décadas en escribir su obra maestra. Es un libro de entre 800 y 1000 páginas, depende de las ediciones. Es un libro cómico, cruel, enigmático, mágico, incomprensible en la mayoría de sus capítulos y tremendamente aburrido. Pocas personas son capaces de leerlo en su totalidad. El tema es sencillo, es un día en la vida de un hombre normal. En la novela nos narran el desayuno, las visitas al servicio, el duelo en el cementerio por un amigo, la comida (con un vino de borgoña), etc. hasta que el protagonista se va a dormir. Nada pasa. Quizá lo más emocionante del libro es cuando compra una pastilla de jabón con aroma de limón. No miento ni exagero un ápice. El protagonista del libro se llama Leopold Bloom. Los amantes del libro, el día 16 de junio, corren por todo Dublín y alrededores siguiendo las andanzas del héroe incierto en lo que se conoce como Bloomsday (día de Bloom). Yo visite todos los lugares del libro, pero en enero. Fui a la torre de Martello, leí la parte del cementerio delante de la tumba de uno de los personajes, incluso compré el jabón con aroma de limón. Sin embargo, el mejor momento fue en la playa de Sandymount, bajo el esperado cielo ceniza irlandés, escuchando en un inglés incomprensible parte del texto, atónito ante la inmensidad de la playa y del regalo del autor a su mujer. Toda la acción del libro transcurre el mismo día en el que el autor conoció a Nora. Es imposible imaginar un declaración de amor más rebuscada, poderosa y bella.
- Desde hace tres años colaboramos con Nuevo Futuro, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es ayudar a niños y menores en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social. Entre unos cuantos amigos organizamos una cata-cena-expectáculo a principios de verano para recaudar dinero. El formato es muy parecido cada año. Buscamos colaboradores que nos den vino, que nos den comida y que trabajen gratis. Este año contamos con la actuación del grupo flamenco Bienmesabe, de dos hermanos artistas urbanos cuyo nombre es Sergare y de dos hermanas escultoras que forman el grupo Nueve mil siete. Es espectáculo mezcla vino, música y arte. Los grafiteros pintaron un Dionisio y, cuando se hizo la noche, apagamos las luces y otros chavales jóvenes expertos en videomaping dieron vida al dibujo. En el suave anochecer de junio, mientras en las paredes rebotaba el lamento inconfundible del sur en la voz de una guitarra quebrada, Dionisio volvió a la vida de su oscuridad de siglos. He de confesar que, en ese momento, me sentí orgulloso de formar parte de lo que estaba ocurriendo. Y no puedo dejar de decir que la mayoría de los artistas, cuya colaboración fue absolutamente altruista, tienen menos de 30 años. Gracias amigos.
- Instantes con burbujas. Al repasar el año me doy cuenta de los grandes momentos con burbujas. EL cielo llameante de Burdeos y el alegre pop de las botellas, la elegante cata en Chez Krug, la reunión de amigos para celebrar la boda de nuestro grandes amigos Silvia y Guille… las burbujas a veces descubren insospechados regalos escondidos en una parte de la historia y hacen de cada instante una emocionante aventura.
Si han leído hasta aquí permítanme hacer un últimos brindis y una pequeña confesión. En mi último brindis del año pasado (quien dice el último dice uno de los últimos, no seamos puntillosos) mi frase fue; -este va a ser el año del cambio. Eramos amigos cercanos, uno de ellos mi actual editora. Los dos podemos dar fe de que ha habido cambios, que se ha cumplido, para bien o para mal, mi profecía. Tengo el brindis perfecto para el próximo año, únanse a mi.
Levanten su copa, preferiblemente con burbujas porque nunca sabemos que hay escondido detrás;
–Este va a ser el año del éxito.
TERROARISTA