Ribeiro, Mosaico de Terroir, parte l. Historia y geografía (humana).
«En España, el que resiste, gana». Camilo José Cela, escritor gallego ganador del Premio Nobel.
Las peculiares condiciones climáticas, tan cerca del mar y a la vez tan lejos, las bajas montañas escavadas por tres ríos formando tres valles de suaves laderas, tan diferentes, la partición de la tierra desde tiempos lejanos dejando como herencia el minifundismo extremo, proporcionan las características irrepetibles para la elaboración de unos vinos únicos.
Un poco de historia.
El vino de Ribeiro tiene una historia antigua. Empieza con los romanos, como casi todo, alcanzando su esplendor en la Edad Media y su exportación a una gran parte de países, en especial y como siempre, a Inglaterra. De la importancia del vino y de su alto valor añadido dan constancia por un lado, Las Ordenanzas de Ribadavia de 1579 donde se determinan de una forma muy precisa que lugares o parroquias podían producir y vender vino de la zona, las prácticas permitidas para manipular y elaborar las uvas y las sanciones a pagar en caso de incumplir al normativa. Desde cualquier punto de vista supone una de las primeras pruebas de intento de creación y defensa de una zona singular de elaboración de vino, lo que hoy llamaríamos una denominación de origen. Y por otra la aparición de un gran número de monasterios encargados de la tutela de los viñedos y elaboración de vino, con la aparición de prioratos y casas palaciegas pertenecientes a familias adineradas (casales) cuya única explicación de existencia es el alto valor añadido de una de sus explotaciones agrarias, la vid.
Alguna de las leyendas sobre su contrastada calidad y posterior popularidad en el continente tratan de explicar su éxito fulgurante. Según se cuenta, el Príncipe Negro, inglés, vino a echar una mano a los portugueses en una de sus guerras contra los castellanos. Vestía para la ocasión una armadura sin pulir y por lo tanto no brillaba, de hay lo de Príncipe Negro, y venía acompañado por los terribles e invencibles arqueros ingleses. Los arcos eran especiales, muy difíciles de usar. Hacía falta dos años de entrenamiento para llegar a ser un arquero efectivo. Los resultados eran apabullantes. Clavaban las flechas en el suelo, ponían una rodilla en tierra y disparaban todos a la vez, creando una cortina de flechas temible, capaz de atravesar las armaduras. Al pasar por Ribadavia El Principe degustó los grandes vinos del lugar, cayo en amor y empezó a importarlos a Inglaterra.
Entre mediados y finales del siglo XlX diversos ataques fúngicos y la llegada de un enemigo brutal, la filoxera, el viñedo fue destruido en su práctica totalidad. Pruebas y más pruebas conducen a la inevitable conclusión, hay que arrancar todas las plantas. El sistema había sido probado en otros lugares y era la única solución. Sobre una planta extranjera, el pie o parte subterránea, se injerta una planta local. Prácticamente todo el viñedo mundial está plantado utilizando una planta mixta. Llegó el momento de la elección de variedades a plantar, una decisión delicada.
Hasta la llegada de la filoxera, los vinos de la zona de Ribadavia, el actual Ribeiro, eran mayoritariamente tintos. Para la reestructuración del viñedo se utilizaron principalmente dos variedades, la uva palomino, con buenos resultados en Jerez y muy productiva, y como tinto la alicante Bouschet (garnacha tintorera). Los clones se compraron a viveristas de fuera de la zona que desconocían y/o no disponían de las variedades locales. Como dato interesante añadir que hasta los años 90 del siglo XX estás dos variedades, palomino y alicante, representaban el 95% de la producción total de uvas de la denominación. Un progresivo e intenso cambio en la busca de la calidad y en el uso de las variedades autóctonas ha cambiado la cara del viñedo siendo en la actualidad el peso relativo del la variedad palomino alrededor del 35% y el resto variedades autóctonas únicas de la zona o solo compartidas con otras denominaciones gallegas.
Un poco de Geografía (humana).
La denominación está enclavada en la parte noroccidental de la provincia de Ourense. Su particular ubicación a tan solo 45 kilómetros del océano Atlántico haría prever una marcado clima influido por el océano, sin embargo la denominación está custodiada por una cadena montañosa que limita el paso de las corrientes de aire oceánicas disminuyendo su influencia dando lugar a un clima de transición continental y atlántico. Los veranos son muy cálidos, siendo normal llegar y pasar de los 40 grados, con un importante salto de temperatura entre el día y la noche que puede llegar a ser de 20 grados. La pluviometría es media, o era, este año no ha empezado a llover, siendo la media de los últimos años de 900 milímetros. Algunos veranos es necesario regar.
Son tres valles horadados con paciencia por tres ríos, dando tres subzonas con diferentes características geológicas y climáticas. El río Arnoia, el Miño y el Avia han dado lugar a los valles en cuyas laderas, de suelos bastante pobres, y el llano, de suelos aluviales más ricos, viven y se desarrollan los viñedos. Uno de los suelos mejores para la viticultura es el «sabrego», compuesto de granito y arena.
Aunque probablemente su gran peculiaridad es la pequeña dimensión de los viñedos, llegando a lo que podríamos denominar minifundio extremo. Desde tiempo remotos la tierra se ha dividido entre todos los hijos, presumiblemente en partes más o menos iguales. Una gran extensión dividida entre cuatro hijos puede dar cuatro parcelas importantes, pero en la siguiente generación estará dividida en 16, si suponemos que todas las familias tienen cuatro descendientes, y en solo 3 generaciones la gran propiedad serán 64 pequeñas parcelas. Es un método habitual utilizado para disgregar la propiedad y disminuir el poder de las grandes familias, evitando la concentración de recursos en pocas manos. En la zona de Ribeiro muchos de los viñedos pertenecían a la iglesia y eran alquilados a diversos rentistas por una o varias generaciones. El alquiler era llamado por voces, una voz, dos, tres y significaba que el alquiler pasaba de padres a hijos el número de voces adquiridas, produciéndose en el arrendamiento la misma partición de tierras que en propiedad en pocas generaciones. Al Ribeiro nunca llegó la concentración parcelaria, la posibilidad de permutar tierras con otros propietarios para hacer más grandes y más rentables las explotaciones.
Un último factor, este psicológico, añade una particularidad diferenciadora a la peculiar idiosincrasia local. Las explotaciones son, eran hasta hace poco, pequeñas parcelas familiares destinadas a proporcionar el vino necesario para el consumo anual. Alguna de las uvas sobrantes podían llegar a venderse pero el trabajo necesario en el viñedo hacían inviables y poco rentables las explotaciones. Esto a dado lugar el progresivo abandono de las viñas y a un envejecimiento preocupante de los viticultores. En la actualidad la edad media de los viticultores de Ribeiro es de 65 años. Y sobre todo está la dificultad de adquirir viñedo, aunque este se encuentre abandonado. Los propietarios son reacios a vender y prefieren dejar perder el viñedo a venderlo a un vecino o primo. Paseando por las lánguidas pendientes puedes ver pequeñas parcelas con viñas bien cuidadas, a unos metros tres líneas de viñedo arrancadas y sin nada, otras cinco líneas de vides en explotación y seguido una parcela con las vides asilvestradas y abandonadas.
Los mejores terrenos son los de pendiente en las laderas de las colinas. La diferencia de altitud va desde los 75 metros hasta casi los 450, dando con ello significativas diferencias térmicas. Más o menos la temperatura baja un grado de media por cada 100 metros ascendidos. Los viñedos en las colinas necesitan menos tratamientos por estar más ventilados, tienen una maduración un poco más lenta, los rendimientos suelen ser menores y las uvas de mayor calidad. Son también los más difíciles de trabajar y, si el objetivo es maximizar la producción, los menos restables. Consecuentemente son los más abandonados. En ellos se ha mantenido el patrimonio genético de las variedades autóctonas.
En la actualidad la denominación ampara 2646 hectáreas de viñedo repartidas en cerca de 5800 viticultores, lo que da idea de lo pequeñas que son las parcelas. De las algo más de 100 bodegas la mayoría son bodegas de “colleteiro”, termino local que designa al elaborador cuya producción es menor de 60.000 litros por año. El colleteiro no pude comprar uvas o vino ya elaborado, solo puede elaborar vinos con uvas procedentes de sus propios viñedos.
Las particularidades climáticas, los suelos y orientaciones diferentes de cada una de las subzonas, el patrimonio genético recuperado en las variedades autóctonas, la increíble atomización del viñedo y las particularidades locales unidas al trabajo bien hecho hacen de esta zona mágica un singular mosaico de terroir.
TERROARISTA