Yo, este año, Baco y su compañera Ariadna.
«En su lecho de muerte, un hombre de los viñedos dijo en el oído de Marcela. Antes de morir, estaba dispuesto a revelar su secreto.
La uva -susurró- esta hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, entonces a lo mejor nosotros somos las palabras que dicen quienes somos».
Hace exactamente un año publiqué un post. En dos días fue visitado por más de 1.500 personas convirtiéndose en el más exitoso en la historia del blog. Probablemente acerté con le título,”reflexiones de un sumiller cansado” pero la razón principal para captar la atención de tanta gente fue que el protagonista del post era Gillermo Cruz, sumiller de Mugaritz, conferenciante, amigo, maestro, catador con una sensibilidad increíble, incluso es guapo y elegante… (que por supuesto y a pesar de todas sus actividades no está cansado, el cansado era yo). En sus conferencias Guillermo anima a los trabajadores de la sala del restaurante a trabajar duro e invertir tiempo en formación con el objetivo de convertirse en auténticos profesionales. En los restaurantes de este país los cocinero han hecho muy bien los deberes, han progresado adecuadamente y, en muchos casos, han logrado la excelencia, convirtiendo a España en un paraíso de la gastronomía. En pocos países del mundo, a mi parecer en ninguno, se puede comer mejor a precios tan asequibles. Para estar al mismo nivel del trabajo realizado en la cocina los camareros y,especialmente el sumiller, han de trabajar para llegar a la excelencia. Es siguiente paso está dado, la revolución será en la sala de la mano de camareros con conocimientos de vino portadores de la felicidad dentro de una botella. Yo le robé la idea, puse su nombre varias veces y discrepé un poco por aquello de que no se notara tanto. El éxito llego de la forma más natural. En abril Guille (los colegas nos permitimos llamarle por el diminutivo) compitió en el Campeonato del Mundo de Sumiller. Quedó muy bien clasificado y sirvió para demostrar una cosa, ganar un título es una carrera de fondo, lo normal es presentarse varias veces y por muy bueno que seas, necesitas mucha preparación, estar entrenado, saber competir y tener algo de suerte. Espero que se presente otra vez y tenga otra oportunidad, tiene la preparación necesaria y el carácter competitivo del ganador, y pueda añadir el título a su curriculum, aunque solo será eso, un título más. El respeto, la admiración y el cariño del resto de sus compañeros de profesión ya lo tiene
Con este buen impulso en visitas empezó el año. He asistido al menos a dos catas de máximo nivel planetario, una con el enólogo Raúl Perez en la nave de la distribuidora Alma de los Vinos Únicos y otra con el sumiller Josep Roca en la Gastronómika de San Sebastian. Me he presentado a varios concursos y en ninguno he destacado de forma especial. He realizado dos “road wine” (le iría mejor el título de viaje de pirados), dos viajes en coche buscando tesoros líquido atravesando Francia e Italia. He escrito más artículos que el año pasado y he aumentado en unos pocos miles el número de visitas del blog. En casi todos los post el vino era protagonista o al menos una parte importante, pero he contado cosas mñas personales, he tratado de hablar algo más de mi, supongo que por aquello de tener pretensiones literarias. Al final me di cuenta de que mis amables lectores, ustedes, probablemente estén más interesados en datos objetivos sobre vinos o incluso opiniones “especializadas” pero concretas sobre vinos identificables que en aventuras más o menos divertidas y objetivamente no muy interesantes. Creé la sección “Los mejores vinos de la semana” con la intención de, al menos, hablar de vinos concretos y decir algo coherente una vez a la semana. No pudo ser. Fotografío diligentemente todos los vinos que me gustan y trato de decir algo agradable sobre ellos, me han hecho pasar un buen rato. Pero escribir todas la semanas…
De los post escritos hay algunos que me gustan mucho y me parecen o convincentemente profesionales o francamente divertidos y otros bastante flojos y abiertamente aburridos. Un escritor, incluso el de un blog, no puede juzgar su propio trabajo y por lo tanto es incapaz de saber cuando algo está bien, aunque claramente sabe cuando algo suena mal o no acaba de encajar. He vivido algún momento mágico. El viaje al pasado en los pasadizos subterráneos de Viña Tondonia, el descenso en canoa por río Orb hasta la playa de piedras arrastras hasta el meandro en el pueblito de Roquebrun, donde después de hacer mi juramento de adhesión fui nombrado Caballero de la Orden de Saint-Chinian, atravesar los inmensos robledales franceses teñidos de otoño, cruzar los Alpes ocultos y ateridos bajo la nieve, una cata de vinos naturales en Angers, pasear desprotegido ante la lluvia inclemente buscando los mejores bares de copas en un Dublín lejano al literario de Joyce. Honestamente, hay tres que ocupan un lugar especial y que no dudo en calificarlos como “Los mejores momentos”.
- La semana en Carcassonne descubriendo una de las grandes AOC de Francia, el Longuedoc. Hace 30 años era una zona dedicada a la producción de vinos de gran tirada y en unos pocos años, trabajando intensamente en la obtención de vinos de calidad, han evolucionado hasta colocarse por derecho propio en una de las más interesantes y creativas de todo el continente.
- La noche de los no clasificados. Después del Campeonato de España de Sumilleres todos los que no hemos pasado a la final nos juntamos en una habitación del hotel para beber vinos. Cada uno de nosotros lleva una o dos botellas y las abrimos mientras nos contamos anécdotas e historias sobre el vino o sobre nosotros. En el pequeño habitáculo empezamos a abrir botellas hasta un total de 29 para los 16 reunidos. Pocos saben más que ellos y compartir sus conocimientos te enseña a disfrutar de la vida.
- El 24 de mayo abrí la segunda botella de un total de tres que me regalaron por mi cumpleaños, un Col d´Orcia Brunello de Montalcino de 1965. Esa botella de vino es el mejor vino que he bebido o al menos es el que más se ha quedado en mi memoria. Cuando lo recibí pensé que el regalo de verdad eran las botellas, sin duda bastante caras y primorosamente presentadas en una caja con un montón de papeles. La primera botella la abrí un año antes, el día que recibí el regalo. El regalo me lo hizo Dr M, uno de los personajes habituales de mis relatos. Los papeles venían escritos en la lengua vernácula de Dr M, inglés, y no lo entendí muy bien. Nos bebimos el vino disfrutando de la certeza de vivir un momento especial. Un año y un mes después, en un momento de felicidad y sin ninguna otra motivación, decidí abrir la segunda botella. Hasta ese instante no me había dado cuenta de la inmensidad del presente recibido, del trabajo e imaginación utilizados, del tremendo cariño escondido en cada uno de los papeles. Todavía no lo entiendo muy bien pero básicamente es la historia de un cuerpo celeste, de nombre Chiron (traducción: el Sanador Herido), descubierto el día de mi nacimiento. De alguna forma está relacionado con Dionisio (en latín el dios Dionisio era conocido como Baco), el dios del vino, y entre todos los papelitos con frases sobre vinos, sobres con fotos y catas mitológicas había una reproducción del genial cuadro de Tiziano Baco y Ariadna.
La historia de Baco y Ariadna.
Dédalus es famoso por haber construido un laberinto, pero antes había diseñado un curioso artefacto sin el cual no existiría esta historia. Zeus, el más poderosos de los dioses del Olimpo y famoso por sus arrebatos de furia por motivos no suficientemente justificados (hoy concluiríamos que padece de “síndrome de baja resistencia a la frustración»), mando una maldición a Persefae, la mujer de Minos, rey de Creta. Como era un cachondo hizo que Persefae se enamorara locamente con una pasión incontrolable hacia un toro blanco. Dédalus ideó y ensambló un muñeco hueco con forma de vaca. Arrasada por un deseo incontrolable Persefae, excitada y desnuda, esperó dentro del engendro vacuno la llegada de su amado. El toro no dudo en acudir a la llamada y dejo embarazada a la reina. Cuando el bebe nació era mitad hombre mitad toro. Para esconderlo de la vista de los ciudadanos Minus ordenó a Dédalus construir un laberinto donde esconderlo.
Minos por su parte descargaba su frustración guerreando con los vecinos. Atenas perdió una guerra y se obligo a un tributo, enviar a siete varones y siete hembras jóvenes para alimentar al minotauro, que abandonando las sanas costumbres de sus ancestros era un voraz carnívoro. Teseo, el hijo del rey, decide presentarse voluntario y formar parte del tributo. En cuanto llega a Creta cruza su mirada con la joven hija del rey. La muchacha impresionada de la belleza de Teseo sucumbe y cae en amor. No quiere verle morir, por lo cual le da una madeja de hilo. Teseo antes de entrar en el laberinto ata un extremo del hilo y, según va adentrándose por el intrincado dédalo de pasillos, va desenroscándolo. El Minotauro descubre lo que el supone es su merienda pero Teseo, rápido y fuerte, un héroe griego, lo mata en feroz combate. Sale del laberinto siguiendo el hilo, roba un barco, libera al resto de atenienses y regresa a su patria. Va acompañado por la enamorada Ariadna. Teseo, no muy elegantemente y sin razón aparente (si pasó algo y no nos ha sido contado nunca lo sabremos), abandona a Ariadna en la isla de Naxos. El sigue alegre su camino de vuelta; como cualquier hijo de cualquier parte a lo largo de la historia solo quiere llegar a su casa para contar a su padre sus actos de valentía. Pero cometió un terrible error. Al salir le había dicho a su padre que si volvía vivo cambiaría las velas del barco, de color negro, por otras de color blanco, para que el supiera si había salido vencedor del complicado litigio. Incomprensiblemente, a saber que estaría haciendo, se olvido de cambiar las velas. Su padre, loco de dolor, se arrojo por el acantilado cuando divisó el barco en el horizonte. Tesero fue nombrado rey. Pero volvamos con Ariadna, sola y abandonada en Naxos.
Ariadna mira desolada el mar infinito y vacío. Un ruido festivo la sorprende y mira a su alrededor. Un extraña comitiva compuesta de mujeres desenfrenadas, sátiros y todo tipo de seres estrafalarios y enloquecidos deambula sin rumbo acercándose a ella. Delante de todos va uno de los hijos bastardos de Zeus encima de un carro tirado por dos leopardos. Baco es famoso por haber inventado una sustancia mágica capaz de poner en contacto a los mortales con los dioses. Todos le conocen, le adoran y le temen. Baco salta del carro de forma poco atlética y no muy digna, mira a Ariadna a los ojos y queda presa de su amor.
La imagen es potente; sin esfuerzo, atraviesa nuestro ánimo y se grava en la memoria. Un loco por el vino y una mujer de ojos tristes se encuentran de forma fortuita en un rincón improbable. ¿A quién no le ha pasado algo así?.
TERROARISTA