Diario líquido. La rutina del peregrino. Vía Francígena
La rutina del peregrino.
Los primeros ruidos provocados por los primeros en levantarse se producen antes del amanecer. En la mayoría de los pueblos todavía se puede oír el canto de los gallos. Hay que hacer la mochila. Son pertenencias de supervivencia. Cuanto menos necesites menos tienes que cargar. En el mejor de los casos el peregrino dispone de tres cambios de ropa, aunque lo usual es dos. Casi toda la ropa esta medio sucia y húmeda. Cada día, al llegar al albergue, hay que lavar la ropa. Depende del clima que llegue a secarse o no. En los días de lluvia llegas calado hasta los huesos, no olviden que cada día nos arrojamos a la intemperie. Ese día la ropa no se seca, en el mejor de los casos te queda una ropa para cambiarte y, por supuesto, puede seguir lloviendo.
La ropa se lava a mano, por lo general con una pastilla de jabón que sirve también para la ducha. Por mucho que frotes no queda del todo limpia. Botiquín, chanclas, linterna, cables del móvil, neceser, agua para el camino… todo se hace en silencio y casi a oscuras, no se puede molestar al resto de peregrinos que continúan durmiendo. Las habitaciones, lo mismo que los baños y las duchas, son compartidas.
Al llegar al albergue lo primero es quitarse los zapatos. Lo más normal es haber realizado una etapa de unos 30 kilómetros. A lo largo de los días los pies se llenan de ampollas, durezas y deformaciones. Casi siempre se pierde alguna uña. Las puntas de los dedos están moradas y doloridas. El cuidado de los pies lleva un gran tiempo. Cada uno tiene su propio sistema para curarse las ampollas. Algunos las cosen, dejando un trozo de hilo dentro para drenar le líquido. Otros las vacían con una jeringuilla y luego la vuelven a llenar con yodo.
Hay que quitarse la ropa sudada. Ducha en la ducha compartida. Si llegas solo o de los primeros está limpia y no hay que esperar. En caso contrario hay que hacer turnos. Acto seguido se lava la ropa. Los peregrinos más avezados llevan su propia cuerda y se hacen un tendedero al sol si hace bueno o dentro del albergue si tiene pinta de llover. A una media de 5 km/hora para hacer una etapa necesitas un mínimo de 6 horas andando. Horario imposible de cumplir. El mayor horror del peregrino es perderse y hacer kilómetros en balde. Uno de los mayores tesoros es la guía que te indica el camino. Evidentemente todos nos perdemos. A eso hay que sumarle el tiempo de descanso, comer, comprar fruta y agua. Saliendo a las 6.30 de la mañana lo normal es acabar sobre las 3, aunque la mayoría de los peregrinos no llegan hasta después de pasadas las 5. Muchos llegan con cara de extenuados. La cena se suele hacer en grupo, muy pronto. Se habla de la ruta, de los kilómetros hechos de más, de los albergues, de la ruta del día siguiente. Luego llegan los momentos de intimidad. La mayoría tienen un cuadernito en el que van apuntando sus experiencias. Es personal y no tengo la más remota idea de lo que se escribe en ellos. Llamadas a las familias, los más lanzados buscar un bar con wifi para el último vino y a la cama. A las diez solo quedo yo despierto escribiendo estas palabras. Mañana, justo antes del amanecer, cuando los gallos empiecen a cantar, los más madrugadores empezaran a poner sus ropas medio húmedas en sus mochilas, en silencio, para evitar molestarme.
Lo que hay entre estos dos momentos es la etapa del día, los kilómetros recorridos.
A lo largo de los días te vas acostumbrando al dolor. No es que no tengas dolores, sino que has aprendido a vivir con ellos. Es sorprendente lo rápido que el cuerpo se adapta a este tipo de esfuerzos. Vives con lo mínimo. No me malinterpreten, estamos en un país seguro, con muy buenos servicios y nos aprovechamos de ello. Pero también es cierto que un trozo de plástico para protegerte de la lluvia, una botella vacía para poder llenarla de agua y un pañuelo para taparte la cabeza son riqueza. Ver una fuente es una gran alegría. Todas tus pertenencias se van desgastando, en especial las botas. Solo la ropa técnica aguanta este trato. Acepten mi sugerencia: si alguna vez se deciden a realizar una actividad física tan exigente y persistente compren lo mejor del mercado. Sino se sufre mucho.
Añadir que sin duda es una experiencia única, transformadora, incluso para los más escépticos como yo, cuya única intención era visitar diferentes zonas de vinos.
Los vinos.
Cada peregrino tiene sus propios motivos para hacer el camino, pero a todos les hace gracia el mío. Yo he venido a beber vinos de las diferentes zonas por las que pasemos. La originalidad de mi motivación les hace reír, y, por lo general, despierta su curiosidad. Casi todos los días alguno me sugiere ir a beber unos vinitos.
Como escribí en el anterior post, es realmente difícil saber que estás bebiendo. La diversidad de vinos, denominaciones y tipos de uva es mucho más rica y variada que en nuestro país. Las copas vienen servidas y el camarero, en italiano, te dice algo que bien puede ser la variedad o la zona de producción. Sin hablar el idioma es difícil conseguir más información.
He sacado algunas conclusiones.
- Aquí los vinos son caros. No hay ningún bar de ningún pueblo en el que el vino me haya costado menos de 2.5 euros, siendo lo normal entre 3.5 y 5 euros en los sitios más baratos. Sin embargo, es de agradecer que en la mayoría de los bares los vinos sean diferentes y se vea una labor del dueño en la selección. Suelen acompañar los vinos con una gran cantidad de tapas. A la hora de la merienda es bastante normal que con el vino tengas acceso al bufet. Depende del bar la calidad de la oferta, pero por lo general no está mal y puedes coger tapas y trozos de pizza todas las veces que quieras.
- Los vinos están realmente buenos. Me he encontrado alguno decepcionante, pero la mayor parte de las veces están bastante bien, en especial los tintos. Los vinos de precio medio comprado por botellas por lo general nos han parecido muy buenos. La opinión en Italia con respecto al vino de precio medio es muy positiva. Se advierte el esfuerzo de los jóvenes productores por aumentar la calidad de los vinos en esta franja de precios.
- Existe una gran diversidad de uvas y denominaciones en los bares. Casi todos tienen vinos locales, pero también de otras denominaciones. Se suele pedir el vino por su variedad, excepto en los locales más especializados, donde lo importante es el nombre del elaborador. Hacerse una idea exacta de la gran diversidad de vinos, denominaciones y variedades italianas es complicado. A lo largo de los siguientes post intentaremos arrojar algo de luz sobre el tema.
- Sorprendentemente, en todos los bares las copas son de una gran calidad. Da igual que estés en un pueblo perdido de la Italia profunda que en una gran ciudad.
- Los bares especializados en la venta de vino se llaman enotecas. La mayoría sirven también vino por copas. Puedes dejarte asesorar por el dueño de la enoteca, comprar la botella y disfrutar de ella en una preciosa terraza en alguna plaza perdida con un recargo de 5 euros. Esta es una de las mejores opciones.Si me preguntan diría que de lo que sin duda entienden los italianos es de helados. Todos los italianos comen helados y he de decir que son una gran delicia. Pero veo mucho consumo de vinos de diferentes tipologías en los bares, las enotecas llenas y el consumidor habitual tiene un conocimiento de vinos realmente alto. Italia hace muy buenos vinos, y los italianos se los beben.