Rutas de Supervivencia. Bares de vinos en Granada.
“Me gustaría ser todo vino y beberme yo mismo” Federico García Lorca, el mejor escritor español del siglo XX (y de otros con probabilidad).
Si tuviera que elegir una ciudad donde el asombro ante tanta belleza se transforma en magia, esa ciudad sería Granada. Ver las casitas blancas del Albaicín, casi de juguete, amontonadas en colina, trepando hacia la cima, suplicando un poco de sombra, en el lenguaje ancestral de la música flamenca. Al otro lado, la imponente figura de la fortaleza de la Alhambra, asomándose a la pendiente en un equilibrio imposible, causa más admiración que miedo. Al fondo, el inmaculado aliento helado de la Sierra Nevada. La música, el lamento herido de un pueblo que grita su dolor, parece salir de las piedras en cada rincón. El flamenco forma parte de la arquitectura de la ciudad.
Es una ciudad desbordante de actividad. La universidad llena las calles de gente joven, el turismo arrasa por donde pasa en manadas de seres humanos a ritmo de vacaciones, y los habitantes, todos bien puestos (de bien vestidos), abarrotan los bares. Bella, bulliciosa, diferente, ofrece a cada visitante una experiencia diferente. Nunca deja indiferente.
Una información esencial que todo visitante debe saber es que en Granada, en todos los bares y tabernas, ponen una tapa con la consumición. De hecho, la calidad del bar se mide por la calidad de la tapa. En muchos bares y tabernas, hay una carta para elegir la tapa que va con la consumición. Aunque a algunos nos sorprenda, la tapa va incluida en el precio de la consumición. Si algún bar abre y no pone tapa, o la tapa no es de la calidad exigida por el público, el bar esta condenado a cerrar.
Taberna la Tana.
Andando por sus callejuelas estrechas, en el centro de la ciudad, en la esquina de la Placeta del Agua, encontramos La Tana. Es fácil encontrar los monumentos en las ciudades, pero un buen bar de vinos es más complicado. Muchos amigos me habían recomendado visitar La Tana, así que entro sin miedo. El bar está siempre lleno (como todos los buenos bares de vino). Cadáveres de botellas prestigiosas ubicadas por todos los rincones dan fe de buenos momentos vividos, no tan lejanos. El camarero, Jesús, es muy amable. Hace una selección mensual de vinos y es lo que oferta a sus clientes. Por botellas tiene cientos de referencias de todos los lugares que usted pueda imaginar. Antes de servirte el vino, te lo da a probar. También tiene vinos locales, de Granada, muy recomendables. A pesar de estar ocupado, habla con cada uno de los clientes. A mí me regala parte de su tiempo, me recomienda un vino de la Alpujarra, me invita a visitarlo otro día y abrir “cosas” (pocas palabras suenan mejor a oidos de un bebedor). El conocimiento de Jesús sobre vinos es inabarcable. Tengo ganas de volver y sentarme con él, intentar sorprenderle con algún vino raro, deleitarme con lo que Jesús me proponga y disfrutar de las deliciosas tapas del local. En La Tana te sientes en casa, es de los lugares que se quedan en la memoria. Indispensable.
La Brujidera.
Pequeño local en un coqueto sitio. La terraza es pequeña pero acogedora. La selección de vinos por copas es muy buena, incluyendo un vino recomendado del mes. Puedes pedir blancos, espumosos y generosos. Muy recomendable.
Ajo Blanco Wine Bar.
Lugar entrañable en pleno corazón del Realejo, pequeño en tamaño pero muy acogedor. En Ajo Blanco atiende el propio dueño, Nicolas, y la selección de vinos por copas es sorprendente. Es uno de esos sitios que te atrapa y que se recuerdan con nostalgia, de algo perdido o en vías de desaparición. Muy recomendable.
La tabernilla del Darro.
Quizá el Paseo de los Tristes sea el paseo más bonito del mundo, o al menos desemboca en un lugar que sin duda lo es. Estrecho, amurallado por las paredes de los edificios por un lado y por el río Darro en otro, evoca la nostalgia algo triste que transmite la ciudad en ciertos rincones. Cruzando un puente y subiendo una cuestecita, entras en la taberna. Escavada directamente en la piedra de la montaña, de techos bajos y paredes en roca viva, es como tomarse un vino en una caverna. La selección de vinos es razonable, merece una visita.
Saint Germain.
Fui con unos amigos que viven en Granada y que son habituales del bar. El camarero, al ver mi especial atención (y congénita indecisión a la hora de elegir) con la carta de vinos, se ofreció a ayudarme. Después de unos cuantos consejos abrió varias botellas y pudimos probar varios vinos, con sus correspondientes tapas. El camarero, muy amable y profesional. La carta de vinos por copas era bastante extensa, quizá un poco convencional, pero estaban elaborando una nueva. Muy recomendable.
Al Sur de Granada.
La tienda/bar que todo naturista (me refiero a los buscadores de vinos naturales y productos orgánicos) quiere encontrar. Panes de masa madre, comida ecológica y vinos raros, algunos de esos que sabes que si los tienen es porque el que los elije sabe que está vendiendo. Sin embargo, y lo digo por si le vale a alguien como método de trabajo, los vinos naturales no son fáciles de vender. Incluso a personas que casi nunca nos quejamos.
Entré en el bar y enseguida me quede cautivado. Bonito y con productos de calidad. La señorita que me atendió se ofreció a ayudarme en la elección del vino. Soy consumidor de vino, siempre agradezco la ayuda en el momento de elegir. Me puso un vino y, a mi entender, estaba defectuoso. Incluso con los vinos naturales hay alguna barrera que no se puede pasar. La acidez volatil (una sensación de vinagre característica de los vinos atacados por una bacteria y expuestos al oxígeno) era muy alta. Le dije a la camarera que probara el vino, y me diera su opinión. Me dijo que el vino era así. Quizá hubiera podido tragarme el vino, pero yo bebo por placer, así que tuve que decirle que me pusiera otro, aunque me cobrara el anterior.
Bueno, es un asunto complicado. No quiero decir que yo tuviera la razón. Mi opinión es que nunca hay que discutir con el cliente, aunque no tenga la razón (al menos no por una copa de vino). Se intenta dialogar, se da una opinión sincera y, en caso de desacuerdo, se cambia la copa. Pero quizá esté equivocado y, si no tiene la razón el cliente, igual no hay que dársela.
Sin embargo, con los vinos naturales, siempre hay una zona de incertidumbre. Igual el vino es así. En ese caso creo que el error es de la persona que lo compra. Ha comprado algo defectuoso, o al menos defectuoso para la mayor parte de los consumidores, incluidos los más frikys, y debe saber gestionar las posibles respuestas. El empecinarse en la postura, “yo tengo razón”, suele llevar a hacer sentirse incómodo al cliente.
Por lo demás es un sitio recomendable, de productos de calidad y de vinos curiosos, de esos difíciles de encontrar.
El Bar de Enrique.
Agradable bar cerca de la zona donde me suelo quedar. Las raciones son espléndidas y la carta de vinos aceptable. Lo recomiendo por el servicio, agradable y profesional. El camarero abrió varias botellas, dándonos a probar, hasta que encontramos una que nos gustaba a todos. Muy recomendable.
Estas son mis recomendaciones. Paseando por el centro hay varios bares que se han puesto de moda, con nombres muy sugerentes, y que parecen especializados en vinos. No están mal, y pueden merecer una visita. Si su visita se alarga por varias semanas, acabará visitándolos, y probablemente llevándose una buena impresión. Pero la selección de vinos no es tan cuidada y, no nos engañemos, nosotros, los que nos interesa más el vino que la comida (y probablemente más que la mayoría de las cosas que se pueden comprar) somo pocos, muy pocos.
Les dejo mi poema favorito de Lorca, o al menos uno de mis favoritos. Granadino universal, llevaba en su sangre la pena atroz de la ciudad.
Soneto de la dulce queja.
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.