Los Padres Fundadores y su atracción por el vino. Benjamin Franklin. Parte II.

«Take counsel in wine, but resolve afterwards in water». Benjamin Franklin.

De los tres Padres Fundadores (Founding Fathers of the United State of America) a los que voy a dedicar tres artículos, Benjamin Franklin es el único que no llego a ser presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, su nombre es famoso en todo el mundo puesto que representa todos los valores codiciados por la futura sociedad de Norteamérica. Fue político, estadista, editor, escritor y científico de renombre internacional. Entre sus inventos se encuentran el pararrayos y las lentes bifocales. A la edad de 23 años publicó “La Gaceta de Filadelfia” (Pennsylvania Gazette), de la cual era editor, y con la cual se hizo rico, junto con el almanaque del Pobre Richard (Poor Richard´s Almanack), escrito por el propio Benjamin y firmado con el seudónimo de Richard Sanders. Este tipo de almanaques, pero sobre todo el de Franklin, eran muy leídos en la America Colonial. Incluían, entre otras muchas cosas, el horóscopo, el tiempo, recetas y divertidos juegos de palabras. Pero quizá, lo que más a trascendido eran las perlas de sabiduría popular (recolectadas o inventadas) que forman parte del acervo cultural americano. Algunas frases que todo buen americano conoce tienen su origen en Poor Richard´s; “Early to bed and early to rise, makes a man healthy, wealthy, and wise,” (Irse pronto a la cama y levantarse temprano hacen un hombre sano, rico y sabio), “God helps those who help themselves,” (Dios ayuda a los que se ayudan a si mismos), “The sleeping fox catches no poultry,” (El zorro dormido no caza gallina) “Eat to live, and not live to eat,” (Come para vivir, y no vivir para comer).

La última frase tiene su guasa, a Franklin le gustaban mucho los placeres de la buena mesa. Franklin fue el primer embajador de la recién nacida nación en Francia en 1776. No creo que fuera una decisión tomada a la ligera o una cuestión de suerte, creo que él eligió su siguiente destino. Le gustaban mucho los productos franceses, en especial uno líquido. Cuando Thomas Jefferson (será el protagonista del próximo artículo) fue a visitarle a París, apunto diligentemente la bodega del embajador. En el momento de la visita se componía de más de 1000 botellas, que incluían: 258 botellas de Burdeos tinto y blanco; 15 de Burdeos viejo; 21 de champagne; 326 de “mouseus” (vino espumoso del resto de Francia, excluyendo la región de Champagne); 113 de Borgoña tinto; 148 de Xeres (vino de Jerez). Entre las botellas también se incluía algún “Mountain Wine”, que es como llamaban al vino dulce de Málaga los ingleses. John Adams y el propio Jefferson solían visitar la casa de Franklin varias veces a la semana atraídos por una buena charla y, sobre todo, por el vino. La principal dolencia de Franklin era la gota, relacionada con los excesos gastronómicos. En sus “Diálogos entre Franklin y la señora Gota” desmiente que sea un glotón y un bebedor, como ella le acusa, aunque reconoce que no siempre ha seguido el consejo del Pobre Richard “No comas hasta el aburrimiento, no bebas hasta la exaltación”.

Pero volvamos a los oscuros tiempos del colonialismo. En aquellos momentos, era imposible comprar vino francés. Una de las consecuencias de las perpetuas guerras entre Francia e Inglaterra era la prohibición expresa del comercio en todo el imperio de productos elaborados en el país enemigo. El vino no se podía comprar, y el poco que llegaba a las colonias era caro, probablemente falsificado y en malas condiciones. Franklin era un hombre pragmático, acostumbrado a valerse de los recursos propios. Por lo tanto abogó, una vez más, por producir vino propio con variedades de uva locales, a pesar de los nefastos resultados obtenidos hasta la fecha. En el almanaque de 1743 Poor Richard daba las instrucciones necesarias para conseguirlo. El siguiente párrafo está extraído directamente del almanaque (la traducción no será muy buena).

Porque quisiera que todos los hombres se beneficien de las Bendiciones de la Providencia, y pocos están familiarizados con el método de elaboración de vino de las uvas que crecen de manera silvestre en nuestros bosques, aquí les presento algunas instrucciones fáciles, extraídas de varios años de experiencia, las cuales, si las siguen, podrán proveerse de un Claret sano y vivaz, que podrá conservar durante varios Años, y no es inferior al que pasa por Claret francés”.

El artículo sigue con una serie de instrucciones muy precisas sobre el momento de vendimia, la fermentación, la posterior crianza en barricas de roble y el momento ideal de embotellado. El artículo termina: “Estas Instrucciones no están diseñadas para aquellos que tienen habilidades en la elaboración de vino, sino para aquellos que hasta ahora no han tenido conocimiento de ese arte”.

Lo más interesante del artículo es la afirmación de Franklin de “no es inferior al que pasa por Claret francés”. Los aristócratas ingleses llamaban a los vinos de Burdeos “Claret”, probablemente en referencia a su bajo color, y representaban a los mejores y más prestigiosos vinos del mundo. Sin embargo, era poco probable, debido a las restricciones e impuestos, que el vino vendido como Burdeos en las colonias fuera auténtico o estuviera en el momento óptimo de consumo. Probablemente la mayoría fueran malas falsificaciones con las cuales podría competir el “sprightly Claret” local. En realidad, nadie podría establecer la comparación, puesto que nadie había probado un auténtico Claret. Posteriormente Franklin vivió en París y pudo degustar, con deleite, los afamados claretes de Burdeos.

Benjamin Franklin firma alguna de las mejores frases sobre vinos. Mi favorita es: “Oímos hablar de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná como un milagro. Pero esta conversión, por la bondad de Dios, se hace cada día ante nuestros ojos. Mirad la lluvia que desciende del cielo sobre nuestras viñas y que se incorpora a las uvas para convertirlas en vino; una prueba constante de que Dios nos ama y ama vernos felices ”. Si quieren ver un retrato de Benjamin Franklin solo necesitan un billete de 100 dólares. Es el hombre algo pasado de peso y de mirada impaciente que custodia impertérrito, desde 1914, el billete de más valor de la moneda americana.

TERROARISTA