Cena de Acción de Gracias y el discurso que nunca existió.

«I am grateful for what i am and have. My thanksgiving is perpetual». Henry David Thoreau, pensador, revolucionario civil y primer ecologista activo. «Estoy agradecido por todo lo que soy y tengo. Doy las gracias perpetuamente».

Estados Unidos es un estado demasiado joven, carece de la fecunda mitología europea. En todos los países mediterráneos existe la costumbre de festejar el fin de las cosechas y dar las gracias por los dones recibidos de la madre tierra. Corresponden a las Fiestas Augustas y se celebran el 15 de agosto. Los colonos llegados a las interminables tierras sin conquistar del continente americano debieron inventarse las suyas. La más arraigada de sus costumbres es, sin duda, la celebración del día de Acción de Gracias.

Como todo principio de leyenda, los orígenes de la celebración no están nada claros. Alrededor del año 1621 o por ahí, unos colonos ingleses u holandeses o algo, llegaron a la inclemente estepa de Massachusetts o algún otro sitio igual de horrible. El tremendo frío del invierno, la falta de preparación de los colonos, las terribles condiciones climáticas, la escasa previsión de los inexpertos aventureros y otros azares imposibles de evaluar llevaron al grupo a las puertas del hambre, la enfermedad y la muerte. Por suerte los nativos acudieron en su ayuda y les enseñaron los trucos necesarios para la supervivencia, entre ellos la caza y la pesca. La presa más codiciada era un ave medio tonta, grande, con mucha grasa y muchas calorías, fácil de cazar y, si tienes mucha hambre, medianamente sabrosa, el pavo. Después de la cosecha celebraron una gran fiesta a la cual invitaron a los nativos con el objetivo de agradecer su ayuda en los momentos de precariedad. Posteriormente sus vecinos, sus descendientes y sin duda sus conciudadanos futuros perseguirían a los nativos hasta casi su exterminio total y, los pocos que quedan, están encarcelados en minúsculos cachitos de tierra.

La costumbre había nacido. El gran Abraham Lincoln proclamo el día de Acción de Gracias como fiesta oficial nacional en el año 1863. El país, receptor de nuevos habitantes de todos los confines del mundo, necesitaba una fiesta aconfesional, única de América, que sirviera para unir a los habitantes dándoles algo perteneciente en exclusiva a su cultura. Se celebraba el último mes de noviembre y serviría para dar las gracias por todas las cosas buenas acaecidas en el último año. El lector avezado habrá levantado una ceja y pensará que me he equivocado. La celebración de Acción de Gracias es el cuarto jueves de noviembre, no el último.

En el año 1941, Fred Lazarus, en aquel momento el gerente de los almacenes Macy´s, convenció el presidente para adelantar la celebración una semana y que se celebrara el cuarto jueves de noviembre. Al día siguiente viene, como todo consumidor sabe, el Black Friday, y el principio de las ventas de navidad. De esta forma la campaña de navidad duraba más tiempo y las ventas aumentaban.

Una gran amiga, en funciones de editora de mi libro en este momento, lleva años diciendo que quiere celebrar una cena de Acción de Gracias con todos los amigos. Me he propuesto como coorganizador y cocinero jefe. Hemos comprado el pavo, hemos cocinado todas las salsas que hemos encontrado en blogs de recetas americanas, he ido a por vinos y finalmente hoy es el día en que nos reunimos todos y tengo, por fin, una escusa creíble para dar las gracias a todos aquellos a los que llevo años deseando dárselas.

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El Discurso que nunca he podido decir.

Llevo años presentándome a concursos y competiciones. Nunca he ganado. Creo que a veces he estado cerca pero al final siempre aplaudo, con una mezcla de desilusión, afecto y genuina admiración, a los que sonrientes saltan a lo alto del cajón a recoger el preciado trofeo. A veces pienso que debo esforzarme más ya que los otros son jóvenes y guapos y muy exigentes con ellos mismos. A veces me digo- ya está bien, lo dejo- o algo similar, algo cansado de que cada vez me pateen el culo mis elegantes amigos de profesión. Pero si soy sincero he de confesar que, desde hace años, tengo en mi mente el discurso de agradecimiento que algún día dorado tendría el honor de dirigir al público.

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Algunas ideas sobre el discurso perfecto.

Todos los discursos de agradecimientos son iguales o extraordinariamente parecidos. La razón es sencilla. Para ganar hay que competir con rivales muy preparados que también quieren quedar bien clasificados y que están dispuestos a dar lo mejor de si mismos. Para competir contra ellos debes ser igual de bueno que ellos y confiar en tus posibilidades. Hay que entrenar, estudiar, trabajar duro. Necesitas maestros que te dirijan, amigos que te soporten, familia que te ayude, mentores que confíen, un ambiente en el que puedas desarrollar tus capacidades, organizaciones que organicen competiciones, etc. Ni siquiera los mejores tienen muchas posibilidades de repetir un discurso de agradecimiento varias veces en la vida. Hay una posibilidad, no puede haber errores. Ha de ser perfecto. Vamos a complicarlo un poco más; como en la ceremonia de los Oscars, debe ser corto, de un minuto. Si te pasas la música empieza a sonar.

El orden del discurso perfecto:

  1. El valor de un premio es directamente proporcional a la preparación y calidad del resto de competidores. Cuanto mejores sean tus rivales, más valor tiene vencer. Mención de los nombres de los más importantes.
  2. La entidad o empresa organizadora. Pone los medios materiales para que la competición se pueda desarrollar. Mención de los organizadores principales por sus nombres.
  3. Reconocimiento al trabajo del equipo colaborador y un breve recuerdo a los antiguos maestros, los que nos regalaron su tiempo y nos metieron el deseo en el cuerpo de conocer más. Es importante no olvidar a nadie, recuerden, sólo hay un oportunidad. (El discurso es cada vez más personal, la emoción va en aumento).
  4. Los amigos, la familia que elegimos.
  5. La familia, la que nos ha tocado y a la que amamos. Hermanos, hermanas, papa (mirada al cielo), mama.
  6. En último lugar la persona elegida para compartir la vida; es fácil saber quien es, llena todo de luz.

El discurso largamente planeado (y que nunca existió).

No sé porque tengo el trofeo entre las manos. No considero que me pertenezca o por lo menos no más que a vosotros. Os conozco, os he escuchado hablar y compartido vuestros conocimientos, os he visto competir. Os lo merecéis igual o más que yo y es vuestro igual o más que mío, aunque debéis perdonarme si me lo llevo yo a casa esta noche. Gracias por ponerlo tan difícil cada vez, a todos pero sobre todo a los más cercanos; Diego, Dieguito, mi hermano Javi, Álvaro, Fernando, Manu, Marta, los Gallegos Locos, Josep, los Murcianos…y en especial al más feroz, al más amigable, al implacable Guille.

Gracias y enhorabuena a los organizadores por reunirnos a todos y poner los medios e instalaciones para el adecuado desarrollo de la actividad. Sin ustedes, nada de esto sería posible. Gracias por vuestro esfuerzo: Fito, Nuria, Pablo…

Un hombre solo no llega a ningún sitio, es incapaz de mejorar. Tengo la suerte de estar rodeado de auténticos profesionales y buenas personas. Pertenezco a la Asociación de Sumilleres de mi pequeña ciudad y cada uno de sus componentes es importante, pero en especial Alba, la presidenta; guapa, amable, profesional y buena amiga siempre dispuesta a echar una mano. Natalia ha puesto, con su tenacidad y fuerza de voluntad, a nuestra ciudad en la élite. Yo no sabría nada sin los sabios consejos de Paco y Marivé, sin las lecciones de Tasio y Oscar.

Amigos, os llevo en el corazón. Gracias por darme casa, apoyo, cariño. Gracias por consolarme cuando lo necesito y por ponerme los pies en la tierra cuando me dejo arrastrar por mi indisciplinado ego. Gracias por dejarme abrir botellas por escucharme por estar a mi lado por acompañarme por…No puedo decir los nombres de todos, sois muchos y no quiero olvidar a ninguno. Siempre estáis conmigo.

Es fácil compartir éxitos con la familia, siempre se alegran, a veces más que tu. Marta, Laura, Javi, gracias por estar conmigo. Sobrinos, sed buenos. Mama, por fin te puedo ofrecer algo después de haberte hecho esperar tanto. Papa, tu eras el gran catador de esta familia, espérame allá arriba, siempre viajo con alguna botella en al maleta.

(Empieza a sonar la música, mi tiempo se acaba).

Gracias Dr M, estar a tu lado hace que todo esto, todo, merezca la pena.

Muchas gracias a todos, de verdad.

TERROARISTA.