Las noches de Vinexpo. Château Haut-Selve. 1º noche.

«Dans le verre, il faut séduire, pas impressionner«. Henri Ramonteu, elaborador en Jurançon.

Estoy bastante emocionado, me voy a Vinexpo, la feria de vinos. Una de las más importantes del mundo en realidad. Durante cuatro intensos días más de 2.300 expositores de 40 países productores dan a probar sus productos, y a hacer negocio, a (con) más de 45.000 visitantes que incluyen compradores internacionales, sumilleres de los más prestigiosos restaurantes, importadores, detallistas y amantes del vino provenientes de todo el mundo. El día es un sin fin de catas magistrales, visitas a elaboradores, conferencias, citas con vendedores… y vinos. Cientos, miles, decenas de miles. He de confesar que he cometido un error. Con la emoción, la pereza congénita y, con toda probabilidad, un grave proceso de degeneración mental, al comprar los billetes de tren y reservar el apartamento me equivoqué de día. Compré todo para un día más tarde. Horrorizado me di cuenta de que me iba a perder el primer día casi entero. El domingo, día que empieza la feria, cojo el tren , llego a Hendaya, cojo otro tren y a las 3.30 bajo a los sorprendentes y sofocantes 40 grados (a la sombra) de Burdeos. Corro con mi maleta bajo el sol hasta el apartamento, cojo las llaves, dejo el equipaje, y cometo el gran error que marcará el resto de mi estancia; decido ser racional, sacar el ordenador, buscar la mejor forma de llegar a mi destino y, puesto que he decido parar un momento y tener un pequeño descanso y hace un calor desesperante, tomar una ducha de agua fría. Cierro el grifo, busco a ciegas la toalla para secar mi desvencijado cuerpo y, al tirar de ella, veo borrosamente caer un objeto y el inconfundible sonido del vidrio al romperse. Aterrado palpo el suelo, encuentro mis gafas y descubro con horror que están rotas. Veo menos que un topo y no puedo estar sin mis lentes. Observo apesadumbrado el cristal roto y sé que a partir de este momento solo tengo dos opciones. O bien voy con el cristal roto, algo no muy glamuroso no nos engañemos, o con mis gafas de sol graduadas. Me pongo las gafas de sol, corro al tram número C, dirección Parque de Exposiciones. Con suerte todavía dispondré de una hora en Vinexpo. Me deshago bajo el brillo inclemente mientras corro hacia el tranvía. Después de esperar un rato y de ver que no hay nadie en el andén leo la información; el tram C está bloqueado en algún punto del recorrido. Recomiendan coger el tram A hasta una parada, clara en la información pero no en mi memoria, y luego un bus. Me voy andando de puro nervio y, un rato largo después, encuentro el bus, el número 15. Tarda más de una hora en llegar, me bajo en el lago, cerca de la entrada, espero. Parada errónea. 45 minutos andando en el infierno. Llego por fin. Trato de acreditarme y me comentan que la prensa debe acudir al lugar destinado a la prensa, al otro lado del inmenso edificio. Tengo 5 minutos para recorrer el larguísimo hall hasta el espacio habilitado para los “medias”. Llego en el momento exacto en que han empezado a cerrar. Con amabilidad me dan mi acreditación. Hora, las 18.30. No queda prácticamente nadie. Miro desolado a mi alrededor. Imagínense a un niño encerrado en una tienda de chuches, rodeado de dulces y sin poder probarlos. ¡Esto es peor!. Miro mi reloj. Tengo 25 minutos para llegar a mi cita en el hotel de Michèle. Recorro de vuelta el largo pasillo, me interno en la ardiente tarde y ando los 500 metros que me separan del hotel. Llego sudoroso, cansado, aplastado por el sol… y sediento, sobre todo sediento. En pocos minutos aparecerá Michèle, me presentará a la pareja de argentinos con los que en pocos minutos entablaré amistad, me montaré en el coche climatizado y empezará una de esas noches que nunca se olvidan.

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Château Haut-Selve

Once de la noche. En el calor sofocante los insectos gritan desesperados su triste canción de lujuria y amor. Estoy tumbado en el suelo, entre viñedos, viendo como el sol rinde su soberbia al reino de la noche y como, una a una, van apareciendo las estrellas en la noche. He bebido más de la cuenta. Todos hemos bebido más de la cuenta. Entre el calor, la sed, las ganas del primer día y la fantástica atención bordelesa todos los invitados hemos ingerido algo más de alcohol del recomendando por las autoridades sanitarias, el sentido común y la ancestral ética heredada de nuestros padres. Como dice el argentino.

Argentino- Viite, a poco nos ponemos todos a correr encuerados entre los arbustos, viejo.

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La cena no ha terminado todavía, nos sirven el postre mientras finalizamos las últimas botellas con sus creadores, los eficientes elaboradores que nos comentan las particularidades de cada cuvèe (cada tipo de vino elaborado en la misma bodega). Salgo a la viña a hacer fotos, a ver anochecer, a sentir el (inexistente) viento. Me tumbo en la hierva, cierro los ojos, siento la tierra, quizá la mas famosa de todo el planeta. Esta es la tierra, de ella nacen las uvas. Estoy en el Château Haut-Selve . Michèle Piron, la propietaria de la agencia Vinconnexion Paris, ha tenido la amabilidad de invitarme a la soirée (cena y algo más) organizada por el château. Solo llegar nos enseñan las instalaciones, nos dan una copa y nos invitan a degustar los vinos. El château (bodega en Burdeos: explotación vitícola rodeada de viñedos) acoge una presentación de la asociación Vignoble y Signatures, un grupo de viticultures de las más destacadas zonas productoras de vino de toda Francia. Paseamos tranquilos por las impresionantes instalaciones. Desde hace años la bodega invita a artistas a trabajar y crear sus obras en la propiedad. Dos impresionantes esculturas custodian la entrada. Varias más nos esperan sin prisa en el viñedo. Andamos en la fresca penumbra de la nave de elaboración, en la sala de barricas. En la parte de arriba están las bodegas invitadas. Despacio, con calma, catamos todos los vinos mientras escuchamos las pacientes explicaciones de los elaboradores. En la semioscuridad de la sala de barricas casi no veo nada con mis gafas de sol. Confío en que piensen que tengo un problema en los ojos y nos soy el típico “guays”. El tiempo parece paralizado en la penumbra. Me bebo todo lo que me ponen en la copa. Todos los vinos, sin excepción, son magníficos. Sin prisa bajamos a la mesa. Me siento en una esquina, al lado de un elaborador de Boujoulais. La velada pasa en la elegancia más exquisita. Hay muchas botellas encima de la mesa y bastantes más encima de barricas cerca de donde estamos. Mis vecinos me llenan la copa una y otra vez con vinos diferentes. Me siento obligado a hacer lo mismo. Voy a la barrica, cojo un vino, y me pongo a servir a todos. Como apenas veo agarro la copa de cada uno de mis compañeros, apoyo sin profesionalidad el cuello de la botella muy dentro de recipiente y vierto el líquido esperando que no se derrame.

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Abro los ojos. El suelo me refresca mientras los últimos rayos del día pintan de crepúsculo el más apartado rincón del cielo. Veo a los argentinos haciéndose fotos entre las viñas. Con deleite voy a la mesa, me falta todavía el postre y los vinos dulces.

Vignobles y Signatures.

La asociación Vignobles y Signatures nace en 1984, de una iniciativa de Jean-François Janoueix, conocido productor en Burdeos, en una reunión de viticultores en Vinexpo. El club nace con 8 elaboradores de 8 zonas líderes de producción. En la actualidad la asociación acoge a 16 vignerognes (cuidan de las viñas y elaboran los vinos con uvas de la propiedad) unidos por un punto en común: la historia vitivinícola de cada propiedad se remonta a varias generaciones dedicadas al negocio del vino dentro de la misma familia con el único objetivo de conseguir productos de calidad. El éxito de la asociación radica en la solidaridad de todos sus componentes y el deseo de mejorar, convirtiéndose en un espacio de intercambio de ideas, el descubrimiento de nuevas técnicas aplicadas a las explotaciones, compartir recursos (suelen ir todas las bodegas juntas a las ferias) y actuar conjuntamente a nivel comercial.

Los vinos:

Château Haut-Selve, Graves, Burdeos. Laubade & Domaines Associés.

Auténtico burdeos, potente, estructurado, profundo. La añada 2011, todavía creciendo, es espectacular. La mayor sorpresa es la añada 2015, recién embotellada. Por lo general los vinos de Burdeos necesitan años en botella para domar los taninos y transformar su tremenda potencia en delicada textura. Sin embargo, el Haut-Selve 2015, considerada por los productores una de sus mejores añadas, está delicioso, con una larga vida, pero ya elegante. Muy buenos.

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Domaine Cauhapé, Jurançon. Artesano de la viña y del vino, escucha a la naturaleza para celebrar de la mejor forma posible su generosidad.

En 1980 Henri Ramonteu, enamorado de las viñas alrededor de la propiedad, abandona su trabajo de agricultor para centrarse únicamente en la vinificación. Utilizando exclusivamente las variedades utóctonas de la zona en pocos años se ha convertido en uno de los referentes más prestigiosos de la denominación. Posee 44 hectáreas: 2,5 de camaralet, 2,5 de lauzet, 30 de petit manseng, 8 de gros manseng y 1 de petit corbu.

Los vinos de Ramonteu son la gran sorpresa de la semana, quizá los mejores vinos blancos catados en mucho tiempo. Las variedades autóctonas del Jurançon, prácticamente inexistentes en otras zonas, dan unos vinos frescos y vivos, vibrantes, completamente diferentes. El vino dulce está por derecho propio entre los mejores del mundo. Las uvas se pasifican, sin botritis, en la viña. Mantienen un portentoso equilibrio entre dulzor y acidez. Magníficos.

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Domaine Paul Blanck & Fils, Alsace. Vignerons d´émotion.

La explotación ha pasado de padres a hijos desde el Renacimiento. Las palabras claves para entender el vino es la elegancia y la finura, resultado de un conocimiento profundo del terreno. Poseen 36 hectáreas, 12 en Gran Cru. Los vinos son elegantes, profundos, persistentes. Evocan un lugar. Cerca de la perfección, representan a los grandes vinos de Alsacia.

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Champagne Drappier, Champagne. Una familia en Champagne desde 1604.

El viñedo de Drappier esta en Urville. Posee una gran proporción de Pinot Noir (70%) el resto es Chardonnay (15%) y Pinot Meunier (15%). Los ancestros se sintieron atraídos por parcelas con buenas exposiciones y de suelo calcáreo, para producir vinos expresivos. El manejo del viñedo no ha cambiado en siglos, dejando a la naturaleza expresar su personalidad. Poseen 93 hectáreas. Vinos frescos y elegantes, versátiles, alegres.

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Vignobles Alain Jaume. La familia perpetua la elaboración en Châteauneuf-du-Pape desde 1826.

En el siglo XIV, cuando el Papado se encontraba en Aviñon, los Papas mandaron construir un palacio pontificio en Châteuneuf. Seducidos por los grandes terroirs de la zona plantaron viñas. Alain Jaume llega a la zona en 1979, fundan el Domaine Veneur, y empieza a trabajar con tres parcelas viejas de grenache, mourvèdre, syrah y otras. Hoy la familia “artesanos al servicio de los grandes terrenos del Ródano Sur” elaboran en varias de las mejores denominaciones de la zona. Poseen 145 hectáreas, 16 en Châteauneuf-du-Pape.

Nos dan a catar el Domaine Grand Veneur Vieilles Vignes 2010. Es un vino gigante, potente y elegante, profundo y fluido, persistente y aparentemente ligero. El recuerdo queda en la memoria y en el paladar. Impresionante.

 

TERROARISTA