Una historia.

«Dr M-¿Y de qué va?.                                                                                                                                      T-Es una historia de amor y vino.                                                                                                              Dr M-Esas son las mejores.» Conversación mantenida esta mañana.

Asistí a una cena de lo más peculiar. Un conocido abogado de Burdeos organizaba una “soirée” a la que, por azares de la vida, estaba invitado. Por razones obvias que pronto entenderán, no pongo ningún nombre y he cambiado alguna dato para hacer imposible la identificación de los protagonistas.

El más famoso invitado era un reputadísimo crítico de vinos de origen americano amigo íntimo de la familia. El resto de los invitados esperaban impaciente un clásico de estas reuniones. Según parece el anfitrión y su amigo el gurú repetían siempre la misma broma. El abogado buscaba vinos característicos pero difíciles y retaba al respetado crítico a descubrir que vino era. Por lo general cruzaban una modesta apuesta más por diversión que por lucro, pero algo cambió aquella noche. Como estaba previsto el anfitrión saco un vino en un decantador, sirvió varias copas y con gesto dramático y gracioso paso una de las copas al serio americano. El diálogo siguiente no es literal, he intentado mantener la esencia.

Abogado (A)-Esta vez lo he puesto muy difícil. Todos conocen la razón tan especial por la que estamos aquí reunidos y he elegido un vino muy especial. ¿Estás tentado a adivinar de que vino se trata?.

El americano olió la copa, sonrío y aceptó el reto.

Gurú (G)-Acepto. ¿Vamos a apostar algo?.

A-Claro, ¿unas cajitas de vino, cómo siempre?. Aunque hoy es realmente difícil y podríamos apostar cualquier cosa.

Después de un tira y afloja el americano dijo.

G-De acuerdo, apostemos lo siguiente, si adivino el vino tu mujer vendrá conmigo de vacaciones al sur de Italia en mi yate durante diez días. Si no lo adivino te quedarás con mi mansión en el centro de Burdeos.

Todos miramos a la mujer del abogado y entendimos la razón por la cual el americano quería hacer un divertido crucero con ella. La mujer parecía escandalizada pero el abogado, sorprendido al principio, miraba seriamente pero sin ira a su oponente. Todos mirábamos en silencio con una mezcla de sorpresa y expectación. Personalmente y debido a mi mala educación ya me había bebido mi copa y empezaba a buscar alguna forma de conseguir un poco más.

El abogado se volvió a su mujer y le dijo:

A-Mira, se que te va a sonar raro, pero deberíamos aceptar la apuesta. Conozco la propiedad de G en Burdeos, la compré yo para él. Es una mansión inigualable. Y, de verdad, es francamente imposible que pueda precisar con exactitud el vino. Un solo fallo en la localización, el productor o el año y la casa es nuestra.

Al final y como siempre la ambición pudo más que el sentido común y la apuesta fue aceptada. El abogado insistió en hacerlo por escrito y ante testigos y, una vez finalizada la burocracia legal, nos volvimos como discípulos hacia el maestro.

G- El vino es transparente, casi celestial. Los taninos son suaves, la acidez alta, envolvente, diría que inolvidable. Pertenece a una gran añada, es maduro pero sin estar decrépito, incluso puede seguir creciendo. Solo una variedad de uva es capaz de aportar el equilibrio casi en el abismo de una acidez brutal y un posgusto largo con tanta elegancia. Sin duda es una pinot noir de la Côte d´Or. Nos encontramos en el laberinto del terroir, de las pequeñas parcelas. Esta es única, es un vino de la parte central de la ladera, exposición sur este, en pleno corazón de la Borgoña, en Vosne-Romanee. Estamos muy cerca de la Romanee Conti, pero no creo que sea. Demasiado fácil. Y he probado suficientes como para saber que no es, pero tiene el mismo espíritu. Recuerda mucho a un Richebourg de 1999 pero este es más elegante, mas complejo, con más alma. Diría que estamos cerca pero la orientación y el sol que recibe este pago en especial es algo mayor, algo más arriba en la colina. Una parcela no tan conocida pero de la misma calidad que Romanee-Conti, incluso un poco más pequeña.

A estas alturas de la explicación hasta para mi era evidente que vino acababa de beber. Miro la copa en mi mano temblorosa y siento la verdad a través de todo el cuerpo. Un Cros-Parantoux, probablemente del gran Henri Jayer.

G-Es un Cros-Parantoux del inimitable Henri Jayer. La añada no la he catado con anterioridad, probablemente porque la producción no llego a mil botellas. Fue la última añada firmada por él y, aunque probablemente elaboro alguna más, esta considerado como su último legado. Es tan escaso que conseguir una botella es un milagro y pensar que pueda estar en esta copa es inverosímil, pero mi decisión es firme: Es un Vosne-Romane del Gran Cru Cros-Parantoux del elaborador Henri Jayer de la añada 1999.

Como en un partido de tenis todos volvimos las cabezas hacia el abogado. Serio, sin cambiar un gesto de su cara preguntó- ¿es tu última respuesta?.

Obviamente no cambió de opinión y obviamente había acertado. Había clavado el vino. Miramos a la mujer del anfitrión intentando adivinar si en el fondo no estaba algo excitada con la perspectiva de unas las vacaciones en el barco, el marido sin duda se lo merecía, cuando un inesperado actor apareció en nuestro pequeño drama. Una camarera menudita se acerco al americano y le dijo.

Camarera-Tenga señor, sus gafas. Se las dejó encima de la mesa cuando fue a mirar la etiqueta del vino en la biblioteca.

Hubo un pequeño alboroto y tuvimos que irnos casi a la carrera. No me extrañaría nada que al final acudiera la policía.

 

El avispado lector se habrá dado cuenta de que esta historia es falsa. Esta basada en le cuento de Roal Dahl titulado la cata. El apropiamiento (espero que legal) de esta gran historia es tratar de poner de manifiesto, tal y como nos describe el final, que por mucho que se sepa, es casi imposible adivinar un vino a ciegas. Por supuesto que alguna vez, si repites muchas veces el experimento, la muestra es muy conocida y claramente representativa de una zona y tienes mucha suerte y desde el principio las deducciones y aproximaciones son correctas a lo mejor puedes adivinar el elaborador y el vino, pero estamos en la frontera de lo imposible. A lo largo de la historia historias parecidas a la de Roal Dahl pero con finales diferentes nos han hecho creer en infalibles catadores superdotados capaces de confeccionar, a base de memoria y pequeños detalles, suposiciones acertadas y milagrosas aseveraciones. Otorgar unas cualidades superiores a humildes mortales nos inducen a presuponer en ellos un don; su juicio a la hora de evaluar un vino es irrefutable; sin darnos cuenta  estamos transformando una simple opinión en una verdad indiscutible. A mi me sorprende (en el fondo también me hace gracia y no me disgusta) que mis amigos y otros conocidos pidan mi opinión de “experto” y acepten sin ningún sentido crítico mis consejos. Es más, cuando algún vino no les gusta, en vez de poner en duda mi criterio ponen en duda el suyo, alegando que no conocen lo suficiente. Este claro error de no fiarte de tus propios sentidos, algo increíble, comemos y bebemos unas 10 veces al día productos de diferentes gustos y texturas, conduce inevitablemente al encumbramiento de personas a las que, sin cuestionarnos, otorgamos credibilidad. Aparecen los gurús, surgen las modas al abrigo de sus opiniones, suben los precios de los productos recomendados, etc.

¿He de confesar, para ser honesto con ustedes y conmigo mismo, qué me encantaría pertenecer al gremio de los prescriptores?. Me gustaría que mi opinión fuera relevante y ayudara a mis lectores a elegir mejor. Iría feliz y elegante a recepciones a catar los vinos caros, daría conferencias adoctrinando a las siguientes generaciones, escucharía con indiferente entusiasmo opiniones de colegas solo para destruirlas con alegre crueldad, me convertiría, como todas las personas escuchadas con fervor, en un charlatán incapaz de reconocer la diferencia entre la simple creencia personal de la verdad absoluta. Antes de que eso ocurra (¡ójala!), aquí les dejo por escrito que no me hagan mucho caso y, cuando sea un arrogante acrítico, no lo tomen muy en cuenta. Acuérdense de mi en este momento, cuando sé que mi opinión no es importante y escribo por que me gusta sentir que alguno de ustedes me lee y ha sonreído con este escrito. (Y mañana se levantará con la idea clara de que la mayoría de los consejos provienen de personas que dudan, que desconocen, que, como todos, escuchan consejos de otras personas que dudan y desconocen, y así sigue la historia…).

TERROARISTA