En busca de la emoción perdida. Un alejamiento de la idea de excelencia.

 

Hace mucho, mucho tiempo, casi al principio de este blog, me atreví a dar mi idea sobre la excelencia. A pesar de mi poco bagaje como escribidor de vinos no me arredró mi poco conocimiento. Pensé, con muy buen criterio, que nadie que leyera a Robert Parker me leería a mi. Por lo tanto traduje sin muchos miramientos un artículo suyo titulado “Una aproximación a la idea de excelencia”, copie con cierta audacia y sin pena ( y sinvergüenza) la parte principal de sus comentarios, añadí algo de mi propia cosecha para redondear el post y me quede tan pancho.

La excelencia venía definida como una mezcla de realidades técnicas, y por lo tanto medibles, y una serie de cualidades en el vino que provocan sensaciones capaces de generar una emoción inolvidable y permanecer para siempre en el cerebro del catador.

 Un pequeño extracto del post:

Todos ellos:

  • proceden de viñedos viejos o por lo menos no muy jóvenes, bien situados, con un microclima que favorece un determinado tipo de uva que se desarrolla de forma óptima.
  • bajos rendimientos de los viñedos.
  • perfecta madurez.
  • el factor humano que interviene en todas las fases de la realización del vino , viticultura y elaboración, son profesionales con una larga experiencia y una profunda sabiduría del trabajo que desarrolla.
  • viñedos propios.
  • doble o triple selección de la uva.
  • fermentación maloláctica y/o alcohólica en barrica.

Los datos aportados anteriormente son medibles, son necesarios, pero cumpliéndolos no se garantiza la excelencia. Hay otros factores que son susceptibles de interpretación y por lo tanto mucho más sutiles, pero son los que dan la grandeza a un vino.

¿Qué cualidades debe tener  un vino para pertenecer al exclusivo club de la excelencia?

  • ser rico, delicioso, proporcionar sensaciones placenteras y únicas.
  • ser interesante para motivar al catador a seguir bebiendo.
  • poseer la capacidad de evocar mas que de provocar. Hacernos sentir o recordar , implicar a la memoria y a la imaginación.

ser singular, diferente, capaz de transmitir su origen, a las personas  implicadas en su elaboración, el clima, la tierra.

 

Pensé, incorrectamente, que el gran Robert Parker podría dar una definición de excelencia, pero como cualquiera con el marchamo de mortal, solo podía dar su idea de excelencia poniendo en la cima de la pirámide y marcando los vinos excelentes los que a él más le gustaban.

Es legítimo hacer una lista de tus vinos favoritos y el humano calificar a los que más te gustan como los mejores, pero solo es la idea de una persona. El afirmar que todos los demás críticos, amantes del vino, sumilleres de grandes restaurantes, etc. coincidían con sus clasificaciones solo garantiza la fiereza de su influencia, no la verdad. De hecho, la calidad de un vino no es medible. Podría alegarse un criterio más o menos común y repetido de todos los actores del vino en el momento de la elección del mejor vino, cada año. Cada año repiten siempre los mismos vinos en lo más alto de las clasificaciones y casi siempre son los favoritos de los críticos y entendidos. La razón principal de que esto ocurra, a parte de los claros intereses comerciales por mantener estos vinos de altísimo precio generadores de cuantiosos beneficios, la existencia de un criterio común a la hora de evaluar. Llevamos años diciendo cuales son los mejores, los catamos con devoción y aprendemos que sus virtudes son las excelencia. Nos han estado enseñando cuales son las cualidades compartidas por esos vinos y, como son los mejores, nos sugestionamos creyendo de verdad que los son. De esta forma se desarrolla un pensamiento único, monolítico y casi impenetrable. Todos los catadores pensamos los mismo por que nos han enseñado el mismo criterio de evaluación. Fuera de la idea de los entendidos esta el absurdo de la masa iletrada (y sobria).

Resulta imposible escapar del pensamiento unificador. Por supuesto aparecen otras modas con otros adalides. Al principio provocan una sonrisa y la falta de interés de los medios especializados. Algunas alcanzan cierta importancia, algunos sectores algo más rebeldes o nuevos actores en busca de su sitio defienden la nueva forma de elaborar o de vender o lo que sea y son absorbidas por el pensamiento único. Se habla de ellos, se les reconoce cierta verdad e incluso aprovechan parte de su discurso para convertirlo en propio. Estamos viviendo exactamente esto mismo con los vinos biodinámicos y naturales, defensores de una forma digna de cuidar del viñedo sin presión química y respeto por la tradición.

Cuesta quitarse de los prejuicios y llegar a conclusiones propias. A veces no es posible sin ayuda. Un día hablando con una amiga me dijo “algunos vinos me ponen triste, otros me ponen alegre”.

Algunos vinos son capaces de generar emociones, de excitarte, de hacerte sentir. Si la emoción es sorprendente y profunda se graba en tu memoria para siempre. No importa el origen o la crianza o donde ha realizado la fermentación o el color o el precio, todo queda desplazado y pasa a un segundo plano. Los vinos caros están en las manos de los ricos y forman parte del comercio de lujo. Los vinos excelentes están todavía más escondidos y son mucho más difíciles de adquirir.

Salgo cada día predispuesto a encontrarme con uno.

 

TERROARISTA