El Manifiesto de los Vinos Radicales y el «Sindicato del Gusto».

        El «Sindicato del Gusto», dicen. No dicen de cual.

Cita del blog, La trastienda de…José L. Louzán. Muy inspirador.

 

Si volvemos los ojos hacia los líderes del mercado, tanto en acaparar los elogios de la crítica, el favor de los aficionados y las ventas a nivel mundial, vemos que existe otra forma, al parecer más exitosa, de elaborar y promocionar el vino.

Me estoy refiriendo a los dos colosos en producción de vino, Italia y, sobre todo, Francia.
En Francia, hace bastantes años, los elaboradores de vino se dieron cuenta de una gran realidad. Con la aparición de los productores del nuevo mundo y su modelo de producción de bajo coste la competencia por precio desaparecía. Utilizando variedades principalmente importadas de Francia, con ingentes rendimientos por hectárea, por encima de 15.000 kg., mecanizando todos los procesos y usando la última tecnología en bodega, consiguen vinos baratos, accesibles a todo el público, fáciles de encontrar en los supermercados y tiendas y, sobre todo, mucho más baratos. Leí que Australia estaba trabajando para ser el primer exportador de vino para el año 2025. El peligro es real.

A principios de los años 80 se preguntaron, ¿qué podemos ofrecer en el viejo mundo? . Algo auténtico, inimitable, único. Se referían al suelo, a la elección de parcelas seleccionadas por su calidad tras años de observación y trabajo, a las variedades autóctonas adaptadas durante decenios al entorno, a las técnicas de cultivo basadas en la observación de la naturaleza y el respeto y por último al talento del elaborador. Y se pusieron a trabajar en esa dirección. A día de hoy son los vinos que marcan tendencia. El éxito de la propuesta se basa en la fidelidad a la idea de autenticidad, en una filosofía elaboradora buscando la calidad y en el trabajo duro. Nada surge de un día para otro.
Como resultado, tenemos vinos de diferentes tipologías, de elaboradores con diferentes intenciones y diferente resultado final. Pero todos son originales, con rasgos únicos y diferenciadores. Buscan la singularidad. Los bien elaborados, son vinos singulares.
De forma natural, van surgiendo grupos de trabajo, asociaciones y sindicatos donde los elaboradores aúnan esfuerzos para conseguir visibilidad, compartir conocimiento y unificar criterios. Esta forma de trabajo común ayuda a conseguir los objetivos definidos en la hoja de ruta de cada organización. Prácticamente cada grupo organiza al menos un encuentro, un salón o feria, donde se pone en contacto con el público y da a degustar sus vinos.

Los intereses, filosofías o razones de la aparición de estas agrupaciones son variadas. Voy a poner algún ejemplo de salones organizados este año, aunque existen muchos más:

-Vinifilles y les Etoiles: organización de mujeres elaboradoras de vinos.

-Outsiders: elaboradores en sur de Francia, pero todos son extranjeros enamorados de la zona.

-Renaissance des Appellations: mediatica asociación gracias a su carismático líder, Nicolas Joly, con su mítico Salón de Vinos en Angers. Alrededor de este salón surgen una gran cantidad de propuestas, dando como resultado la aparición de otros salones de vinos alternativos.

-Les Affranchis: viticultures-elaboradores de vinos naturales.

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Como vemos, la filosofía de elaboración de vinos singulares tiene, al menos, decenios de existencia.

 

El momento español.

El vino es, ante todo, un negocio. Independientemente de la filosofía de cada elaborador, es una actividad lucrativa. Un sector importante en las economías de los principales países productores, generando ocupación laboral, ingresos por exportaciones y cierto prestigio internacional. El vino es un producto elaborado para ser vendido. Debido a la gran competencia existente en este mercado, muy sensible a los cambios de precios, la gran mayoría de los vinos elaborados en España presentan un perfil muy similar, buscando ser accesibles para una gran mayoría del público objetivo.

Es probable que la queja más extendida entre los aficionados y profesionales sea la gran similitud de una gran parte de los vinos elaborados en España. Las razones son múltiples y bastante complejas, hemos hablado de algunas en este blog y no es el propósito de este post entrar en detalles, aunque podríamos destacar tres. El éxito de la variedad tempranillo, ubicua en todo el territorio nacional, desplazando a variedades ancestrales, la estandarización de la crianza en barrica dirigida a dar al vino «gusto a madera» y la prensa especializada.

Sin embargo, me parecería miope y desacertado no añadir que este mismo escenario existe en otros países, incluidos Francia e Italia. La mayor parte de los vinos producidos en estos países son vinos comerciales, luchan por precio, carecen de personalidad y se aprovechan del reconocimiento de internacional de los vinos singulares y de alta gama. Pocas decepciones son más grandes que los vinos donde lees en letras mayúsculas «BORDEAUX» por no hablar de los «lambrusco». También sería injusto no destacar la existencia de elaboradores con profundos conocimientos del entorno, con personalidad, interesados en productos personales y con el talento necesario para elaborar vinos únicos. Existen en toda España. No estoy seguro, pero es probable que lleven existiendo mucho tiempo.

El problema es más de comercialización y publicidad que de producción. Desconectados, estos elaboradores trabajan, heroicamente, en solitario, y son incapaces de dar repercusión a su trabajo. En esto franceses e italianos si nos llevan mucha ventaja.

Permítanme un ejemplo. España es el tercer país en porcentaje de hectáreas de viñedo en agricultura ecológica, con un 8.4%. El primero es Austria con 9.7%, segundo Francia, con 8.5% y cuarto Italia con 7.9%. Sin embargo, en términos absolutos ocupa el primer lugar, con 81.262 hectáreas certificadas bio, seguido de Francia con 64.610 e Italia con 57.647.

No se puede decir que todos los vinos certificados bio son buenos y mucho menos singulares, aunque implica un compromiso mayor del agricultor y pone de manifiesto la intención de elaborar un vino con uvas más auténticas. La cuestión es más, ¿donde están estos vinos?. Existe una falta de visibilidad del trabajo de estos profesionales, probablemente por un error en la comercialización,la falta de publicidad adecuada y de una hoja de ruta clara encaminada a la creación de una imagen. La unión de los elaboradores, como en Francia, con intereses comunes y filosofías similares aunando esfuerzos en la promoción y reconocimiento de su producto es el camino que todavía nos queda por recorrer.

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El Manifiesto de los Vinos Radicales y el «Sindicato del Gusto».

El Manifiesto de los Vinos Radicales es un escrito, bastante pomposo y algo cursi, presentado por un grupo formado principalmente por  periodistas, autodenominados «Sindicato del Gusto», donde se presentan como «los que aman de verdad el mundo del vino», insultan un poco a la mayoría de los vinos elaborados en este país, dan una definición correcta de como son los vinos «radicales» (gracias a Dios los han descubierto y nos lo hacen saber!!!!) y se despiden con una soflama amistosa. En fin.

No es el propósito de este blog criticar la conducta de nadie. Entiendo el miedo de la prensa escrita a desaparecer y es lícito que una serie de profesionales del sector, amedrentados por la pérdida de influencia mediática y de presencia en los medios, viendo incluso peligrar su trabajo, busquen otras alternativas. Es lícito y valiente, aunque ello conlleve dar carpetazo a todo lo defendido anteriormente. Por supuesto es algo ridículo porque llega muy tarde. Hace años se hubiese agradecido una iniciativa como esta. Hoy más parece una medida desesperada intentando subirse a una tren ya en marcha y tratar de coger los mandos y hacerse con el protagonismo.

Sin embargo, dos cosas me han hecho ponerme a escribir:

  • la consecución del manifiesto cristaliza en la organización de un Salón de los Vinos Radicales, que tendrá lugar el 4 de mayo. Si quieren reírse un rato no duden en leer la carta que «el sindicato» ha enviado a los elaboradores. Es una mala idea dejar en mano de la prensa, con sus propios intereses, la organización de un salón de estas características. Para ellos solo es negocio, no persiguen ningún otro objetivo que su propio beneficio.

 

  • precisemos: el gusto, quizá «el Sindicato» se refiera al buen gusto, es una convención. Es cierto que existen personas con una habilidad para la belleza, pero cuando hablamos del gusto de la sociedad o lo que entendemos por buen gusto siempre es una creación. El buen gusto se crea, sobre todo donde no es racionalmente medible y depende de un juicio subjetivo. Arte, moda, vino…Son los creadores de tendencias los encargados de dirigir nuestros gustos, poner la atención en un determinado producto en detrimento de otro y destacarlo por encima de los demas. En definitiva, crear una moda. Un ejemplo de nuestro mundillo sería el señor Robert Parker. Los vinos recomendados por él son los más caros, los mas buscados, los mas solicitados. Autodenominarse «Sindicato del Gusto» hace saltar las alarmas: o bien son un grupo de pedantes narcisistas orgullosos de exhibir lo refinado de su comportamiento y hacernos saber su elevado criterio o bien, lo que es peor, se creen ellos mismos creadores de tendencias.

Y eso si es peligroso.

 

 

Por cierto, ¿sabe alguno como conseguir invitaciones para acudir al salón?

 

 

Copia del Manifiesto de los Vinos Radicales.
Fuente: El Mundo

El manifiesto de los vinos radicales
1. adj. Perteneciente o relativo a la raíz.
2. adj. Fundamental, de raíz.
3. adj. Partidario de reformas extremas,
especialmente en sentido democrático. U. t. c. s.
4. adj. Extremoso, tajante, intransigente.
En un momento en el que la calidad ha dejado de ser un argumento de diferenciación y la uniformidad amenaza con devastar la diversidad que atesora el viñedo global, aquellos que de verdad amamos el vino debemos orientar la mirada hacia lo pequeño, para seguir disfrutando a lo grande.

Porque hoy los valores que definen la riqueza del vino –singularidad, fidelidad a un paisaje, tradición, innovación, pasión, riesgo, inspiración, locura…– sólo perviven en el trabajo que realizan aquellos viticultores que nadan a contracorriente de la globalización del gusto, las imposiciones del mercado y la proliferación de los vinos fotocopia.

Los últimos mohicanos de la viticultura mundial en el siglo XXI son, inevitablemente, pequeños productores, que trabajan sus viñedos con sus propias manos y se mantienen fieles a las variedades autóctonas y al carácter que transmiten los suelos y el clima. Todos ellos son,
también, sensibles al equilibrio medioambiental de su entorno.

Estos pequeños viticultores, adalides del cacareado terroir –del que tantos hablan pero que tan pocos saben interpretar– son los hacedores de los vinos radicales.

Radicales, sí, porque sus raíces penetran en lo más profundo de la tierra de la que proceden.

Y porque también son fundamentales, extremos e intransigentes en la defensa de sus valores.

Ecológicos, biodinámicos, naturales, de pago, de pueblo o paraje, ancestrales, experimentales, futuristas… los vinos radicales no son excluyentes ni sectarios; más bien al contrario, admiten cualquier metodología que permita al viticultor mantenerse fiel a sus raíces.

¡Larga vida a los vinos radicales!